lunes, 3 de marzo de 2014

El Retrato de Dorian Gray - OSCAR WILDE

La reseña de hoy es sobre un clásico de la literatura de finales del siglo XIX. Se publicó en las últimas décadas de un siglo en el que los movimientos poéticos como el parnasianismo, el simbolismo o el decadentismo, en el que el teatro contó con el buenhacer de Strindberg o Ibsen, y en el que la narrativa se vio respaldada por autores como Stevenson, Rudyard Kipling o Lewis Carrol. Walt Whitman, Baudelaire, Verlaine, Rimbaud y Mallarmé figuran como máximos exponentes de este periodo. Sin embargo, es indispensable mencionar a Oscar Wilde. Y, como habéis podido advertir, esta vez analizaré una obra suya, para ser más exactos, su única novela: El retrato de Dorian Gray

Para conocer mejor este libro, es conveniente mencionar ciertas coordenadas espaciotemporales. Éste se publicó en el largo reinado de Victoria I de Inglaterra (1837-1901), caracterizado por su obsesión por el conservadurismo y la respetabilidad. Ello contribuyó a la aparición de manifestaciones en contra del rumbo de su reinado. El irlandés O. Wilde es un claro ejemplo de dandisco y rebeldía, cuya ironía y mordacidad se tradujeron en un gran éxito no sólo social sino también literario. Escribió teatro, poesía y narrativa y entre sus títulos más célebres, sobresalen La importancia de llamarse Ernesto, La balada de la cárcel de Reading o El príncipe feliz. Pero, debido a que el marqués Queensberry lo acusó de homosexual, fue condenado a dos años en prisión. A su salida, derrotado y enfermo, muere sin alcanzar el éxito anterior a su etapa de presidiario.

Sin más dilación, vamos a comentar la novela en sí. El argumento es una delicia. Dorian, guapo y joven, que desea que un retrato suyo vaya envejeciendo, mientras su lozanía se mantiene intacta, ve cumplido su ruego. Entonces, aunque esto puede resultar positivo a primera vista, para el muchacho se convertirá en una pesadilla hasta acabar con él. Cuando menos, se podría decir que la trama es original, arriesgada, novedosa y faustiana, ya que el mito de vender la alma al diablo a cambio de conocimiento o de otros favores se remonta a la emblemática obra de Goethe, titulada Fausto, cuya lectura la tengo pendiente. No obstante, pese a contar con un planteamiento fascinante, el autor no lo explota, por lo que la lectura en muchos momentos se hace tediosa e insoportable, y la voluntad por abandonarla se acrecienta a medida que se suceden las páginas. Además, el aroma romántico que emana El Retrato de Dorian Gray se erige en un obstáculo, pues emplea un lenguaje oscuro y se sirve de símbolos de la naturaleza carentes de interés. 
Demasiadas reflexiones incrustadas con calzador. En contadas ocasiones, he tenido la impresión de estar inmerso en un libro de frases célebres, lo que no debería ser negativa en un principio. Sin embargo, su aparición parece forzada. Es más, me atrevería a afirmar que al autor no le ha preocupado el desarrollo de la trama, sino solo cómo introducir digresiones. Esto se traduce en unos personajes cortados por el mismo patrón. Todos pertenecen a la élite social o cultural. Marqueses, artistas... Para más inri, los personajes son planos, no evolucionan, y hasta en ocasiones parecen parodiarse a ellos mismos. El único que muestra una progresión es el protagonista, Dorian Gray, pero por desgracia el autor prefiere centrarse en sus propias reflexiones que en mostrar la psicología del personaje y cómo se desarrolla esa transformación. 

La homosexualidad del escritor se filtra en el texto y confunde. La obsesión de Basil Hallward por la belleza del joven Dorian me hizo intuir que trataría sobre una relación amorosa entre homosexuales. Además, el rechazo hacia la mujer tampoco me ha gustado, ¿por qué se empeña durante las más de doscientas páginas en mostrar que entre los sexos hay una diferencia abismal? 

Para concluir, no lo considero un libro para recomendar, sino para leer algún capítulo para conocer cómo se expresa Wilde, pero por sus numerosos pasajes de relleno, sus reflexiones carentes de interés, su estilo dificultoso para leer y su planteamiento desaprovechado intuyo que pocos puedan disfrutar del texto y de esos 20 capítulos, que para más inri pierden intensidad en la mitad de esta novela gótica. En resumen, se trata de una novela nacida del más puro egocentrismo de Óscar Wilde.

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