jueves, 4 de septiembre de 2014

DON QUIJOTE (1ª Parte): estilo cervantino, historias interpoladas y crítica literaria.

Después de dos meses prometiendo una serie de publicaciones acerca de la gran novela de la literatura española, aquí os presento la primera de las cinco entradas. Dedicaré dos entradas a cada parte del Quijote, o sea, cuatro entradas, y otra más, la última, donde daré mi opinión y mi impresión acerca de cómo el lector actual debe o puede enfrentarse a la historia de Cervantes. 

A medida que leí, iba tomando notas, y de estas he escrito una serie de textos. Es evidente que sobre esta gloriosa novela se ha escrito a raudales. Hay miles de estudios de admirados filólogos, e, incluso, muchos circulan por internet. Así las cosas, y dado que este blog no es el lugar más adecuado para publicar una exposición muy precisa y repleta de detalles, he optado por resumir algo más, pero apartarme ni un solo momento de mi propósito: aproximaros a esta obra cumbre para que le vayáis perdiendo el miedo, y, en el caso de aquellos que la hayáis leído ya, enumerar y compartir mis conclusiones con todos vosotros. Como viene siendo habitual, podéis comentar más abajo, ya sea vía Facebook, ya sea con vuestro correo. Mañana la segunda entrada. Gracias.

DON QUIJOTE DE LA MANCHA (1ª Parte)
NOVELAS DE CABALLERÍA
Las primeras líneas («En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho  tiempo que vivía un hidalgo de los lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor») evidencian la ruptura, la escisión, respecto a la literatura caballeresca, a la que Cervantes pretende parodiar o, más bien, actualizar, pues desvela la vida humilde y carente de la ostentosidad de un noble de rasgo superior.

Tal y como apunta Francisco Rico, las Partidas de Alfonso el Sabio establecían que aquel que hubiera sido armado por escarnio, o sin las condiciones adecuadas, quedaba inhabilitado para recibir la orden de caballería. Por tanto, don Quijote no podía serlo, ya que fue armado caballero con ciertos errores (por ejemplo, la ceremonia no la preside otro caballero andante, sino un ventero), y siendo objeto de burla por parte de este y de las rameras.

HISTORIAS INTERPOLADAS Y VARIEDAD
Un elemento llamativo en la primera parte de la novela es la inclusión de historias intercaladas. De hecho, algo más de la mitad de las páginas se dedican a estas, relegando a un segundo la acción central. Muchos lectores suelen leerlas con escaso detenimiento o, incluso, ignorarlas. En el texto de Cervantes no se hallan enseñanzas directas, ni en la acción principal ni en los episodios, como sí aparecen en el Guzmán de Alfarache. Estos episodios, además de aportar un contraste estilístico y seguir el gusto por la variedad de la época de redacción, elevan los problemas morales a un nivel más apropiado para la reflexión. Con otras palabras, dado que en la acción principal lo serie se disuelve en la risa, estas historias permiten poner de relieve uno o varios asuntos con un matiz más reflexivo. Así pues, en la historia de Marcela y de Grisóstomo, se aborda el tema de la libertad y del derecho de autodeterminación, como así defiende Hans-Jörg Neuschäfer.

Gracias a estas, se entrevé el gusto de Cervantes por las mujeres decididas e independientes, como lo es Marcela, por las referencias mitológicas (en la canción de Grisóstomo , por ejemplo, se alude a Tántalo, Sísifo, Ticio, Egión, Danaides o a Cerbero), o por el tema de la honra o el de los celos, como se encuentra en la historia de Cardenio.

ERRORES DE CERVANTES
Algunos estudiosos consideran a Cervantes un escritor despistado. Para ello se basan en una serie de anomalías e incongruencias que afloran, principalmente, en la primera parte. Probablemente esto se debe a que Cervantes no sometió el texto a una revisión detenida. El conflicto se recrudece con las abundantes modificaciones que introdujo tanto mientras escribía como a última hora, antes de entregarla a la imprenta. Modificaciones en ocasiones de escasa importancia y en otras de gran envergadura, puesto que intercaló nuevos materiales, omitió otros y cambió de orden algunos episodios. Por ello, algunos capítulos, como el XXXVI, vienen introducidos por títulos que no se corresponden con las situaciones que anuncian.

Así las cosas, se justifica por qué en el capítulo XXII la bacía acaba despedazada por el estudiante y, luego, en el XXV, solo abollada. Sin duda alguna, la pérdida del jumento de Sancho Panza surte de más incongruencia al texto. En la edición príncipe, se menciona la falta del rucio entre los capítulos XXV y XXIX, pero en ningún momento se explica cómo ni cuándo desaparece, y luego en el capítulo XLVI Sancho vuelve a andar sobre él, sin aludir a cómo o cuándo lo recobra. La segunda edición tampoco consigue eliminar este error, pues, Panza monta en su jumento, a pesar de haberlo perdido.

CRÍTICA LITERARIA E INTERTEXTUALIDAD
Puesto que el Quijote es una diatriba contra la literatura caballeresca, a nadie le ha de extrañar que mencione, que cite o que, simplemente, parodie episodios u obras completas. El episodio del escrutinio de la biblioteca permite afirmar esto con total contundencia. Incluso llega a referir su Galatea y su Novela de Rinconete y Cortadillo. Asimismo, expone sus ideas sobre el fenómeno literario.

En el capítulo VI, el del escrutinio de la biblioteca, además de criticar distintos libros de caballerías, poemarios o novelas pastoriles, Cervantes, en boca del cura, apunta la pérdida de los textos en traducción.
—Ni aun fuera bien que vos le entendiérades —respondió el cura—; y aquí le perdonáramos al señor capitán que no le hubiera traído a España y hecho castellano, que le quitó mucho de su natural valor, y lo mesmo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua, que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento.

En el capítulo XLVII, del diálogo entre el cura y el canónigo, se extraen los pilares de la teoría y la práctica literaria de Cervantes, como así comenta Francisco Rico, según la cual la literatura, a través de ficciones sorprendentes o maravillosas, pretende captar el interés del lector, mas sin apartarse de la fantasía y la verosimilitud, de la racionalidad. Antes de ello, el canónigo arremete contra los libros de caballería así:
—Verdaderamente, señor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la república estos que llaman libros de caballerías; y aunque he leído, llevado de un ocioso y falso gusto, casi el principio de todos los más que hay impresos, jamás me he podido acomodar a leer ninguno del principio al cabo, porque me parece que, cuál más, cuál menos, todos ellos son una mesma cosa, y no tiene más este que aquel, ni estotro que el otro. Y según a mí me parece, este género de escritura y composición cae debajo de aquel de las fábulas que llaman milesias, que son cuentos disparatados, que atienden solamente a deleitar, y no a enseñar, al contrario de lo que hacen las fábulas apólogas, que deleitan y enseñan juntamente. Y puesto que el principal intento de semejantes libros sea el deleitar, no sé yo cómo pueden conseguirle, yendo llenos de tantos y tan desaforados disparates: que el deleite que en el alma se concibe ha de ser de la hermosura y concordancia que vee o contempla en las cosas que la vista o la imaginación le ponen delante, y toda cosa que tiene en sí fealdad y descompostura no nos puede causar contento alguno.

TÉCNICA Y ESTILO
Si bien no abusa de pasajes descriptivos, en sus páginas se refleja la gran capacidad descriptiva del autor. Cervantes, en verdad, prefiere dar algunas pinceladas sobre los personajes, no tanto sobre sus rasgos físicos, sino, más bien, sobre características sociales. Esto es, procura mostrar cómo los personajes se desenvuelven en el medio. Baste recordar la descripción de Alonso Quijano con que se inicia la primera parte de la historia. Un momento destacable se produce cuando esperan amo y escudero que se les acerquen los rebaños, o dos ejércitos según don Quijote. Allí describe minuciosamente las fuerzas y generales que componen ambos, pues, tal y como apunta Francisco Rico, desde Homero tal descripción servía de lucimiento en la literatura heroica, y los libros de caballerías solían desarrollarla.

Pretende, asimismo, el autor crear lazos afectivos, complicidad con los lectores, apelándolos directamente o a través de pronombres deícticos y de expresiones del tipo «Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero». Sentimos al protagonista como nuestro. En busca del mismo fin, el Quijote nos ofrece una gran novedad: la repetición de anécdotas, de citas y de juegos de palabras, que lejos de sentirse como descuidos, se habría de concebir como propia de una conversación bienhumorada.

En ocasiones, introduce el capítulo siguiente al final del anterior. Es el caso de los capítulos XVIII y XIX, y de XIX y XX. «Yéndose, pues, poco a poco, porque el dolor de las quijadas de don Quijote no le dejaba sosegar ni atender a darse priesa, quiso Sancho entretenelle y divertille diciéndole alguna cosa, y entre otras que le dijo fue lo que se dirá en el siguiente capítulo».  Del mismo modo, las referencias a episodios anteriores se convierten en una constante. El manteamiento de Sancho, el robo de su jumento o la historia de Cardenio y Dorotea se refieren en determinados momentos, a pesar del carácter escurridizo y destructor del tiempo. Las vivencias perduran en la mente como una fuente de experiencia y de ayuda a la hora de enfrentarse a nuevas aventuras. Con todo, don Quijote y Sancho Panza, especialmente al final, suelen proyectar una serie de victorias en la resolución de los conflictos que, por lo general, nunca llegan. A pesar de los infortunios, insisten.

Otros méritos de la prosa cervantina son la gran variedad de géneros en el Quijote y, especialmente, su limpia inclusión. Como muchos estudiosos apuntan, es un universo ficcional donde también tienen cabida otras ficciones. Se incluyen historias intercaladas, poemas, cartas e incluso lenguaje jurídico. Por fortuna, el autor introduce estos materiales magistralmente, mediante personajes que narran sus propias desgracias o mediante personajes que leen, como es el caso de la novela de El curioso impertinente.

LENGUAJE Y REFRANES
Si bien Sancho Panza irrumpe en el capítulo séptimo, tal y como afirma Fernando Lázaro Carreter, es el capítulo XXV, en el pasaje de la penitencia de don Quijote, cuando el aluvión de refranes característico de Panza aparece por primera vez, aunque no vuelve a presenciarse hasta la segunda parte ya. El uso de refranes es un aspecto más que confirma el rechazo de Cervantes por la afección y su respeto al decoro. Cada personaje habla de acuerdo a su personalidad, su ambiente y su formación. Con todo, cabe recordar que se trata de un lenguaje estilizado, pero, aun así, desbordante de naturalidad y de viveza. En la segunda parte, incluso, el modo de hablar de Sancho, quien representa, según Martín Morán, la oralidad, y el de Quijote, quien representaría la escritura, se interfieren. Así las cosas, en la segunda parte, el fiel escudero se expresa cada vez mejor, con mayor discrección, mientras don Quijote sucumbe al uso de refranes, si bien los inserta mejor que Sancho.

Hay innumerables ensayos sobre el uso lingüístico en el Quijote y habría tanto por comentar como el empleo de fórmulas judiciales o el uso paródico de fórmulas de la literatura caballeresca que las anotaciones del párrafo anterior llegan a ser escasas en un acto por mi parte temerario.

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