"Eso, ¿por qué fracasó el programa?", se preguntarán los directivos de Antena 3 y Gestmusic Endemol. Hemos huido del morbo y el sensacionalismo, hemos mostrado un contenido blanco, para todos los públicos, la producción era decente, no como la de La Voz, y teníamos un buen casting... Algo así tuvo que pasarles por la cabeza y con tráfico tan colapsado que no supieron arreglar la catástrofe a tiempo. En su primera temporada empezó fuerte y hasta Gran Hermano le vio las orejas al lobo, por lo que los guionistas y Telecinco comenzaron a atraer a la audiencia hasta su canal con la misma potencia que un electroimán. Y, por desgracia, para la cadena de San Sebastián de los Reyes, vio cómo su audiencia partía al bando del enemigo. Sin embargo, el talent show aguantó el tipo, y bastante bien, con un audiencia media de 17,5 de share en sus treces entregas. Sin embargo, en la segunda temporada tan breve como prescindible, se precipitó el programa hasta la caída más estrepitosa. Y,¡tachán tachán!, ahora aquel programa, predecesor de Operación Triunfo, cayó en el sepulcro de los programas muertos. Pero, ¿por qué murió así?, ¿a qué se debe la acogida fría de la audiencia? Para destapar estas cuestiones, sigue leyendo.
FALLOS DE LAS DOS TEMPORADAS.
1. Un jurado pasota.
En la primera temporada, cada uno miembro quería llamar la atención, pero nunca se les vio implicados con el programa. Ninguno me transmitó la sensación de "voy a luchar, a ayudaros en todo lo pueda para que seáis verdaderos números uno". Así pues, Miguel Bosé se dedicó a hacer alarde de su excentricidad; Ana Torroja, de su sentido del arte y su importancia en el pop español con Mecano; Natalia Jiménez se esforzó en hacerse la ocurrente, la divertida y le faltó montar una acampada para mostrar su buenrollismo hasta el extremo; Sergio Dalma, o bien se aburría, o bien se hacía un poco "el Risto Mejide"; y, por último, David Bustamente, se dedicó en exclusiva a recordar su paso por OT, su humildad y sus horas de gimnasio. Poco más.
En la segunda, sólo repitió el Busta, y a él se sumaron la sustituta oficial de miembros del jurado, Mónica Naranjo, que a pesar de que sus valoraciones eran sinceras, parecía empeñada en aportar algo de polémica y dar que hablar, también se sumó la eurovisiva Pastora Soler, que por mucho que la aprecie, la televisión no es lo suyo, y en muchas ocasiones pecaba de sentimentalismo y su juicio era simplemente decir lo que decían los otros, y, finalmente, Pitingo, que bueno..., bueno... añadía un contrapunto, que desentonaba, pero le puso ganas.
Todos ellos pecaron en lo mismo: deleitarles los oídos a los concursantes y halagarles sin fundamento, por lo que al salir del concurso es normal que se lleven el batacazo de su vida.
2. El mismo repertorio de siempre.
Y, si fuera ella, I have nothing, Respect, Me cuesta tanto olvidarte, Lady Marmalade, Se nos rompió el amor, En la casa de Inés, Someone like you, Listen... Siempre las mismas canciones. Y, claro, si hubiera un talent show, de vez en cuando, pero no: cuando no hay OT, está La Voz, o si no El Número Uno, o incluso El Factor X. Por todo ello, no me extraña que de estos cuatros, sólo uno de ellos sobrevive. De todos modos, los concursantes no tienen la culpa en exclusiva, porque Gestmusic les pone una condición: elegir canciones relativamente conocidas. El motivo es simple: la audiencia quiere temas conocidos, que los pueda cantar (y si están en castellano, mejor). Con todo, sí que es verdad que podemos recriminarles su falta de originalidad.
3. Fallos y caos.
Tal vez haya que buscar la causa en los continuos cambios de dinámica, sobre todo, en la primera temporada parecía que el equipo de guionistas era el mismo de GH, pues iban cambiando de mecánica semana tras semana. Y el efecto no se haría esperar: confusión para la audiencia. Efecto mariposa: degradación de la percepción del programa, menos público, menos interés.
Asimismo, Paula Vázquez, de la que hablaremos en la segunda parte, tampoco se aclaró con tales modificaciones improvisadas. Pero, para más inri, su presunta sordera o el cacao mental provocó que la presentadora pareciera una despistada, cuando ella es una gran profesional, que apoya y se esfuerza para que sus proyectos lleguen a buen puerto. No obstante, el barco esta vez debió de ser atracado por unos desalmados piratas y se hundió. Pero, los piratas no fueron los únicos responsables, sino el equipo de infografía, que también mostró su desgana: los rótulos muchísimas veces salían tarde, salían con errores o, simplemente, no salían. Hasta en la final hubo este tipo de fallos imperdonables.
En unos días, la segunda parte.
En la primera temporada, cada uno miembro quería llamar la atención, pero nunca se les vio implicados con el programa. Ninguno me transmitó la sensación de "voy a luchar, a ayudaros en todo lo pueda para que seáis verdaderos números uno". Así pues, Miguel Bosé se dedicó a hacer alarde de su excentricidad; Ana Torroja, de su sentido del arte y su importancia en el pop español con Mecano; Natalia Jiménez se esforzó en hacerse la ocurrente, la divertida y le faltó montar una acampada para mostrar su buenrollismo hasta el extremo; Sergio Dalma, o bien se aburría, o bien se hacía un poco "el Risto Mejide"; y, por último, David Bustamente, se dedicó en exclusiva a recordar su paso por OT, su humildad y sus horas de gimnasio. Poco más.
En la segunda, sólo repitió el Busta, y a él se sumaron la sustituta oficial de miembros del jurado, Mónica Naranjo, que a pesar de que sus valoraciones eran sinceras, parecía empeñada en aportar algo de polémica y dar que hablar, también se sumó la eurovisiva Pastora Soler, que por mucho que la aprecie, la televisión no es lo suyo, y en muchas ocasiones pecaba de sentimentalismo y su juicio era simplemente decir lo que decían los otros, y, finalmente, Pitingo, que bueno..., bueno... añadía un contrapunto, que desentonaba, pero le puso ganas.
Todos ellos pecaron en lo mismo: deleitarles los oídos a los concursantes y halagarles sin fundamento, por lo que al salir del concurso es normal que se lleven el batacazo de su vida.
2. El mismo repertorio de siempre.
Y, si fuera ella, I have nothing, Respect, Me cuesta tanto olvidarte, Lady Marmalade, Se nos rompió el amor, En la casa de Inés, Someone like you, Listen... Siempre las mismas canciones. Y, claro, si hubiera un talent show, de vez en cuando, pero no: cuando no hay OT, está La Voz, o si no El Número Uno, o incluso El Factor X. Por todo ello, no me extraña que de estos cuatros, sólo uno de ellos sobrevive. De todos modos, los concursantes no tienen la culpa en exclusiva, porque Gestmusic les pone una condición: elegir canciones relativamente conocidas. El motivo es simple: la audiencia quiere temas conocidos, que los pueda cantar (y si están en castellano, mejor). Con todo, sí que es verdad que podemos recriminarles su falta de originalidad.
3. Fallos y caos.
Tal vez haya que buscar la causa en los continuos cambios de dinámica, sobre todo, en la primera temporada parecía que el equipo de guionistas era el mismo de GH, pues iban cambiando de mecánica semana tras semana. Y el efecto no se haría esperar: confusión para la audiencia. Efecto mariposa: degradación de la percepción del programa, menos público, menos interés.
Asimismo, Paula Vázquez, de la que hablaremos en la segunda parte, tampoco se aclaró con tales modificaciones improvisadas. Pero, para más inri, su presunta sordera o el cacao mental provocó que la presentadora pareciera una despistada, cuando ella es una gran profesional, que apoya y se esfuerza para que sus proyectos lleguen a buen puerto. No obstante, el barco esta vez debió de ser atracado por unos desalmados piratas y se hundió. Pero, los piratas no fueron los únicos responsables, sino el equipo de infografía, que también mostró su desgana: los rótulos muchísimas veces salían tarde, salían con errores o, simplemente, no salían. Hasta en la final hubo este tipo de fallos imperdonables.
En unos días, la segunda parte.
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