miércoles, 20 de septiembre de 2017

Generación del 27. Análisis de una antología poética


Parece mentira que El acantilado de las palabras haya inaugurado este mes su sexta temporada y que nunca haya dedicado una entrada a la poesía; solo realicé un breve comentario sobre Quién lo diría, el último poemario de Sánchez Rosillo y, también, sobre En la tierra de en medio, de Rosario Castellanos, en «Lo mejor de 2015», donde repasaba las diez obras culturales que más me habían marcado ese año. Hoy, por fin, en este blog se habla de poesía, en concreto, de la poesía de la generación del 27, después de haber leído la antología de Víctor de Lama a lo largo de este verano, como contrapunto a las novelas que he leído, algunas de las cuales ya he reseñado aquí. Debido a la heterogeneidad de este grupo de poetas, considero de escaso provecho valorar la contribución poética de todos los escritores de una manera tan escueta que resulte excesivamente superficial, máxime cuando de cada uno solo he leído unos treinta poemas. Así, puesto que un análisis pormenorizado sobrepasaría los límites razonables de una entrada de un blog y precisaría de una lectura de un corpus de texto mayor de la realizada, mis propósitos con esta entrada de hoy son mucho más humildes: analizar la antología leída, señalar mi poema favorito de cada autor y recomendar de cada escritor el poema más accesible, no por ello menos bello, con el fin de animar a los lectores de esa poesía mal llamada juvenil, porque desacredita injustamente de manera automática la literatura escrita por jóvenes (hablemos mejor de poesía comercial o de poesía de súper) a que descubran que la poesía con sustancia ni tiene por qué ser indescifrable ni fría.

En cuanto a la selección de una antología, opté por la de Víctor Lama, Poesía de la generación del 27. Antología crítica comentada (Edaf), pues esta proporciona una visión panorámica, pero completa de la generación del 27: no se reduce a unos diez poemas por autor como ocurre con la edición de Cátedra; todo lo contrario, la edición de Edaf ofrece una selección de los poemas más representativos de cada poeta(suele haber, al menos, uno de cada poemario) y cubriendo cada paso en la evolución poética suya. Esta es su principal virtud, aparte de su prólogo, donde con claridad expositiva y un rigor no menor se exponen las características generales de la generación del 27. Gracias a esta virtud se puede pasar por alto que no ofrezca una explicación detallada de la poesía de cada escritor, como sí la encontramos en la edición de Cátedra. Con todo, las anotaciones completas sobre aspectos críticos y otros más llanos de la mayoría de poemas permiten contextualizar y comprender la obra con mayor hondura. Asimismo, se podría objetar la ausencia de algunos poemas (he echado en falta representación de Historia de un corazón, de Vicente Aleixandre) o la omisión de autoras: Carmen Conde y Ernestina de Champourcín merecían un lugar en esta antología de más de cuatrocientas páginas, a mi juicio, antes que los poetas menores (así son denominados en la antología) Juan Larrea, José María Hinojosa y Fernando Villalón. Incluso, algunos poemas de estas podrían competir con muchos de sus congéneres, sobre todo, con Emilio Prados. En este aspecto, el editor ha sido demasiado fiel a la selección de Gerardo Diego en su famosa antología poética.

En relación a los poetas, estos comparten unos rasgos, aunque con un grado de incidencia dispar. Baste mencionar el neopopularismo en Lorca y Alberti, admiradores de Gil Vicente, el Romancero viejo y el Cancionero tradicional, cuyas formas y cuyos temas recuperan enriqueciéndolas con elementos vanguardistas y su propio genio. Asimismo, la generación del 27 admira la lírica popularista de Lope, a Bécquer, la poesía pura de Juan Ramón Jiménez, con el que primero establecen una colaboración que se verá truncada finalmente en ruptura y hostilidad, San Juan de la Cruz o a Gómez de la Serna, dado el gusto en común por la metáfora y la tendencia lúdica y evasiva (en la producción de estos poetas, por lo general, en la más temprana, proliferan las ideas ingeniosas, la asociación de ideas insólitas, los juegos lingüísticos…). Junto con la tradición poética hispana, cabe mencionar la influencia de las vanguardias europeas, en especial, el el ultraísmo, y del surrealismo. Sirva de modelo cuánto debe a Les fleurs du mal, de Beaudelaire, Jorge Guillén en la estructura de su Cántico. Y, por supuesto, tenemos a Góngora (y a los poetas gongorinos) como influencia. Esta generación de poetas nacidos entre 1891 y 1905, de hecho, se les denomina como la del 27 porque en ese año celebraron el tricentenario del poeta cordobés, creador de Soledades y de Fábula de Polifemo y Galatea.

Sin embargo, cada uno es irreemplazable y posee su propia personalidad; el clasificarlos en una corriente o en una generación solo responde a la necesidad de facilitar su estudio. Hay poetas para todos los gustos. Así, Pedro Salinas demuestra en sus poemas de amor y de desamor que la cursilería, la palabra empalagosa, no es inherente a la poesía amorosa, sino a los malos poetas, desmonta cualquier prejuicio sobre el amor en la poesía, al igual que Luis Cernuda, si bien en menor medida; Jorge Guillén, por su parte, demuestra que se puede cantar a la vida, al optimismo, con elegancia y con profundidad, evitando la efusividad excesiva y ridícula, caricaturizada gracias, en parte, a la aceptación de las sombras, al tono sincero, pasional aunque contenido y el dominio de la forma. Tenemos, además, el contraste entre la poesía de Gerardo Diego, quizá la más intelectual, la más centrada en los aspectos formales, en contraste con la más sentimental de Manuel Altolaguirre, especialmente, cuando aborda el dolor y el recuerdo de la madre fallecida, o con la más íntima, la de Emilio Prados, cuyo oído musical limitado, a mi parecer, dista mucho de Rafael Alberti. Los poemas de este último ofrecen, sin duda alguna, los versos más coloristas y de un profundo carácter, como García Lorca. Personalmente, si tuviera que escoger mis poetas favoritas, seleccionaría a Salinas, Cernuda, Dámaso Alonso –sus poemas conmueven, entre otros factores, por la variedad de longitud de sus versos, por su acercamiento al versículo de ascendencia whitmaniana y, por supuesto, bíblica– y Vicente Aleixandre –acaso sea su producción literaria con un dominio mayor del ritmo–. Esta es mi impresión, simplemente. ¿Qué opinas tú? ¿Cuáles son tus poetas favoritos? Anímate y comparte tu opinión dejando un comentario; me interesa mucho.

A continuación, os propongo una lista con los poemas, a mi juicio, más destacados de cada literato, ya sea por su calidad (en magenta) ya sea por su accesibilidad (en rojo). Los más accesibles y, no por ello menos conmovedores (en absoluto peores, de hecho, son, salvo en el caso de los de poetas menores, han sido mis favoritos), los recomiendo a cualquier lector, pero, en especial, a aquellos amantes de esa poesía comercial, de versos cursis, aparentemente ingeniosos, que, en verdad, solo son frases pseudofilosóficas, “pseudointensas” y con recursos literarios traídos para adolescentes en Twitter o Facebook, camufladas en estrofas, sin ritmo alguno, para que se animen a leer poesía auténtica. No creo que esta poesía comercial en sí misma sea perjudicial; más bien, lo contrario, pues puede contribuir a que muchos jóvenes adquieran el hábito de la lectura. Lo perjudicial es asociar que toda la poesía comercial, mal llamada poesía juvenil, por cuanto se podría estar denostando a grandes poetas jóvenes o, más bien, a grandes promesas de la poesía, solo por su edad o, peor aún, acabar concibiendo la poesía como una serie de palabras empalagosas, cursis. Puro entretenimiento, hacer de la poesía un bien de consumo más. Un pasatiempo, una alternativa al crucigrama o a la sopa de letras. Y, por ende, esta poesía de supermercado puede hacer perder aún más la escasa estima general de la poesía más "comprometida", más elaborada, que muchos, por ignorancia y por prejuicios, tienen. Si no estás de acuerdo, no dudes en dar tu opinión comentando esta entrada. 

Sin más dilación, dejo la lista. Para leer cada poema, haz clic en cada título. El número hace referencia a la enumeración de la antología citada:
Lama, Víctor (ed.) (1997). Poesía de la generación del 27. Antología crítica comentada (ed. Víctor de Lama). Madrid: Edaf. 527 páginas

Pedro Salinas

Jorge Guillén
Accesible 26 Arsvivendi

Gerardo Diego
Accesible 16 Sucesiva

Vicente Aleixandre
Accesible 14 Se querían 

Federico García Lorca
Mejor 24. Ciudad sin sueño / 25. La aurora
Accesible 29. «4 Alma ausente» en Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

Dámaso Alonso
Mejor 10. Insomnio
Accesible 11. Mujer con alcuza

Emilio Prados
Accesible 13. Dormido en la yerba

Luis Cernuda

Rafael Alberti
Accesible 15. Joselito en su gloria

Manuel Altolaguirre
Accesible 14. Era mi dolor tan alto

Fernando Villalón
Mejor Accesible 6. 894

Juan Larrea
Mejor Accesible 1. Centenario

Juan José Domenchina
Mejor 1. Hastío
Accesible 3. Mujer. Palabra rubia

José María Hinojosa
Mejor Accesible 1. Sueños


Algunos poemas de poetas no incluidos en la antología que por su calidad merecerían haber aparecido en la antología por encima, como mínimo de Villalón, Larrea e Hinojosa.
Carmen Conde

Ernestina de Champourcín

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