Después de dos meses prometiendo una serie de publicaciones acerca de la gran novela de la literatura española, aquí os presento la primera de las cinco entradas. Dedicaré dos entradas a cada parte del Quijote, o sea, cuatro entradas, y otra más, la última, donde daré mi opinión y mi impresión acerca de cómo el lector actual debe o puede enfrentarse a la historia de Cervantes.
A medida que leí, iba tomando notas, y de estas he escrito una serie de textos. Es evidente que sobre esta gloriosa novela se ha escrito a raudales. Hay miles de estudios de admirados filólogos, e, incluso, muchos circulan por internet. Así las cosas, y dado que este blog no es el lugar más adecuado para publicar una exposición muy precisa y repleta de detalles, he optado por resumir algo más, pero apartarme ni un solo momento de mi propósito: aproximaros a esta obra cumbre para que le vayáis perdiendo el miedo, y, en el caso de aquellos que la hayáis leído ya, enumerar y compartir mis conclusiones con todos vosotros. Como viene siendo habitual, podéis comentar más abajo, ya sea vía Facebook, ya sea con vuestro correo. Mañana la segunda entrada. Gracias.
DON QUIJOTE DE LA MANCHA (1ª Parte)
NOVELAS DE CABALLERÍA
Las primeras líneas («En un lugar de la Mancha de cuyo
nombre no quiero acordarme, no ha mucho
tiempo que vivía un hidalgo de los lanza en astillero, adarga antigua,
rocín flaco y galgo corredor») evidencian la ruptura, la escisión, respecto
a la literatura caballeresca, a la que Cervantes pretende parodiar o, más bien, actualizar, pues desvela la vida humilde y carente de la ostentosidad de un
noble de rasgo superior.
Tal y como apunta Francisco Rico, las Partidas de
Alfonso el Sabio establecían que aquel que hubiera sido armado por escarnio, o
sin las condiciones adecuadas, quedaba inhabilitado para recibir la orden de
caballería. Por tanto, don Quijote no podía serlo, ya que fue armado
caballero con ciertos errores (por ejemplo, la ceremonia no la preside otro caballero
andante, sino un ventero), y siendo objeto de burla por parte de este y de
las rameras.
HISTORIAS INTERPOLADAS Y VARIEDAD
Un elemento llamativo en la primera parte de la novela es
la inclusión de historias intercaladas. De hecho, algo más de la mitad de las páginas se dedican a estas, relegando a un segundo la acción central. Muchos lectores
suelen leerlas con escaso detenimiento o, incluso, ignorarlas. En el texto de
Cervantes no se hallan enseñanzas directas, ni en la acción principal ni en los
episodios, como sí aparecen en el Guzmán de Alfarache. Estos episodios,
además de aportar un contraste estilístico y seguir el gusto por la variedad de
la época de redacción, elevan los problemas morales a un nivel más apropiado
para la reflexión. Con otras palabras, dado que en la acción principal lo serie se
disuelve en la risa, estas historias permiten poner de relieve
uno o varios asuntos con un matiz más reflexivo. Así pues, en la historia de Marcela y de Grisóstomo, se
aborda el tema de la libertad y del derecho de autodeterminación, como así
defiende Hans-Jörg Neuschäfer.
Gracias a estas, se entrevé el gusto de Cervantes por las
mujeres decididas e independientes, como lo es Marcela, por las referencias
mitológicas (en la canción de Grisóstomo , por ejemplo, se alude a Tántalo,
Sísifo, Ticio, Egión, Danaides o a Cerbero), o por el tema de la honra o el
de los celos, como se encuentra en la historia de Cardenio.
ERRORES DE CERVANTES
Algunos estudiosos consideran a Cervantes un
escritor despistado. Para ello se basan en una serie de anomalías e
incongruencias que afloran, principalmente, en la primera parte. Probablemente
esto se debe a que Cervantes no sometió
el texto a una revisión detenida. El conflicto se recrudece con las
abundantes modificaciones que introdujo tanto mientras escribía como a última
hora, antes de entregarla a la imprenta. Modificaciones
en ocasiones de escasa importancia y en otras de gran envergadura, puesto que intercaló
nuevos materiales, omitió otros y cambió de orden algunos episodios. Por ello, algunos capítulos, como el XXXVI,
vienen introducidos por títulos que no se corresponden con las situaciones que
anuncian.
Así las cosas, se justifica por qué en el capítulo XXII
la bacía acaba despedazada por el
estudiante y, luego, en el XXV, solo abollada. Sin duda alguna, la pérdida del
jumento de Sancho Panza surte de más incongruencia al texto. En la edición
príncipe, se menciona la falta del rucio entre los capítulos XXV y XXIX, pero en ningún momento se explica cómo ni
cuándo desaparece, y luego en el capítulo XLVI Sancho vuelve a andar sobre él,
sin aludir a cómo o cuándo lo recobra. La segunda edición tampoco consigue
eliminar este error, pues, Panza monta en su jumento, a pesar de haberlo
perdido.
CRÍTICA LITERARIA E INTERTEXTUALIDAD
Puesto que el Quijote es una diatriba contra la literatura caballeresca, a nadie le ha de
extrañar que mencione, que cite o que, simplemente, parodie episodios u obras
completas. El episodio del escrutinio de la biblioteca permite afirmar esto con
total contundencia. Incluso llega a referir su Galatea y su Novela de
Rinconete y Cortadillo. Asimismo, expone sus ideas sobre el fenómeno
literario.
En el capítulo VI, el del escrutinio de la biblioteca,
además de criticar distintos libros de caballerías, poemarios o novelas
pastoriles, Cervantes, en boca del cura, apunta la pérdida de los textos en traducción.
—Ni aun fuera bien que vos le entendiérades —respondió el cura—;
y aquí le perdonáramos al señor capitán que no le hubiera traído a España y
hecho castellano, que le quitó mucho de su natural valor, y lo mesmo harán
todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua, que, por
mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que
ellos tienen en su primer nacimiento.
En el capítulo XLVII, del diálogo entre el cura y el
canónigo, se extraen los pilares de la
teoría y la práctica literaria de Cervantes, como así comenta Francisco
Rico, según la cual la literatura, a través de ficciones sorprendentes o
maravillosas, pretende captar el interés del lector, mas sin apartarse de la
fantasía y la verosimilitud, de la racionalidad. Antes de ello, el canónigo arremete
contra los libros de caballería así:
—Verdaderamente, señor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales
en la república estos que llaman libros de caballerías; y aunque he leído, llevado de un ocioso y falso gusto, casi el principio
de todos los más que hay impresos, jamás me he podido acomodar a leer
ninguno del principio al cabo, porque me parece que, cuál más, cuál menos,
todos ellos son una mesma cosa, y no tiene más este que aquel, ni estotro que
el otro. Y según a mí me parece, este género de escritura y composición cae
debajo de aquel de las fábulas que llaman milesias, que son cuentos
disparatados, que atienden solamente a deleitar, y no a enseñar, al contrario
de lo que hacen las fábulas apólogas, que deleitan y enseñan juntamente. Y
puesto que el principal intento de semejantes libros sea el deleitar, no sé yo cómo pueden conseguirle, yendo llenos de tantos y tan
desaforados disparates: que el deleite que en el alma se concibe ha de ser de
la hermosura y concordancia que vee o contempla en las cosas que la vista o la
imaginación le ponen delante, y toda cosa que tiene en sí fealdad y
descompostura no nos puede causar contento alguno.
TÉCNICA Y ESTILO
Si bien no abusa de pasajes descriptivos, en sus
páginas se refleja la gran capacidad descriptiva del autor. Cervantes, en
verdad, prefiere dar algunas pinceladas sobre los personajes, no tanto sobre
sus rasgos físicos, sino, más bien, sobre características sociales. Esto es,
procura mostrar cómo los personajes se desenvuelven en el medio.
Baste recordar la descripción de Alonso Quijano con que se inicia la primera
parte de la historia. Un momento destacable se produce cuando esperan amo y
escudero que se les acerquen los rebaños, o dos ejércitos según don Quijote.
Allí describe minuciosamente las fuerzas y generales que componen ambos, pues,
tal y como apunta Francisco Rico, desde Homero tal descripción servía de
lucimiento en la literatura heroica, y los libros de caballerías solían
desarrollarla.
Pretende, asimismo, el autor crear lazos afectivos, complicidad
con los lectores, apelándolos directamente o a través de pronombres
deícticos y de expresiones del tipo «Yendo, pues, caminando nuestro
flamante aventurero». Sentimos al protagonista como nuestro. En busca del mismo
fin, el Quijote nos ofrece una gran novedad: la repetición de anécdotas, de
citas y de juegos de palabras, que lejos de sentirse como descuidos, se habría
de concebir como propia de una conversación bienhumorada.
En ocasiones, introduce
el capítulo siguiente al final del anterior. Es el caso de los capítulos
XVIII y XIX, y de XIX y XX. «Yéndose, pues, poco a poco, porque el dolor de las
quijadas de don Quijote no le dejaba sosegar ni atender a darse priesa, quiso
Sancho entretenelle y divertille diciéndole alguna cosa, y entre otras que le
dijo fue lo que se dirá en el siguiente capítulo». Del mismo modo, las referencias a
episodios anteriores se convierten en una constante. El manteamiento de
Sancho, el robo de su jumento o la historia de Cardenio y Dorotea se refieren
en determinados momentos, a pesar del carácter escurridizo y destructor del
tiempo. Las vivencias perduran en la mente como una fuente de experiencia y de
ayuda a la hora de enfrentarse a nuevas aventuras. Con todo, don Quijote y
Sancho Panza, especialmente al final, suelen proyectar una serie de victorias
en la resolución de los conflictos que, por lo general, nunca llegan. A pesar
de los infortunios, insisten.
Otros méritos de la prosa cervantina son la gran
variedad de géneros en el Quijote y, especialmente, su limpia inclusión.
Como muchos estudiosos apuntan, es un universo ficcional donde también tienen
cabida otras ficciones. Se incluyen historias intercaladas, poemas, cartas e
incluso lenguaje jurídico. Por fortuna, el autor introduce estos materiales magistralmente, mediante personajes que
narran sus propias desgracias o mediante personajes que leen, como es el caso
de la novela de El curioso impertinente.
LENGUAJE Y REFRANES
Si bien Sancho Panza irrumpe en el capítulo séptimo, tal y como afirma Fernando Lázaro Carreter, es el capítulo XXV, en el pasaje de la penitencia de don Quijote, cuando el aluvión de refranes característico de Panza aparece por primera vez, aunque no vuelve a presenciarse hasta la segunda parte ya. El uso de refranes es un aspecto más que confirma el rechazo de Cervantes por la afección y su respeto al decoro. Cada personaje habla de acuerdo a su personalidad, su ambiente y su formación. Con todo, cabe recordar que se trata de un lenguaje estilizado, pero, aun así, desbordante de naturalidad y de viveza. En la segunda parte, incluso, el modo de hablar de Sancho, quien representa, según Martín Morán, la oralidad, y el de Quijote, quien representaría la escritura, se interfieren. Así las cosas, en la segunda parte, el fiel escudero se expresa cada vez mejor, con mayor discrección, mientras don Quijote sucumbe al uso de refranes, si bien los inserta mejor que Sancho.
Hay innumerables ensayos sobre el uso lingüístico en el Quijote y habría tanto por comentar como el empleo de fórmulas judiciales o el uso paródico de fórmulas de la literatura caballeresca que las anotaciones del párrafo anterior llegan a ser escasas en un acto por mi parte temerario.
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