DON QUIJOTE DE LA MANCHA (2ª Parte)
HUMOR
El humor
lingüístico es una característica del habla de Sancho Panza, en cuanto que
confunde palabras o ignora la etimología de otras. Un momento clave de ello se
da en tercer capítulo cuando con Sansón Carrasco hablan de la primera parte del
Quijote.
—Esos no son gobernadores de ínsulas —replicó Sansón—, sino de otros
gobiernos más manuales, que los que gobiernan ínsulas por lo menos han de saber gramática.
—Con la grama bien me avendría yo —dijo Sancho—, pero con
la tica ni me tiro ni me pago, porque no la entiendo.
Otros ejemplos se encuentran en el capítulo VII cuando
don Quijote corrige a su escudero al comprende fócil en lugar de dócil o
relucida en lugar de reducida. El ama tampoco esquiva estos
errores cuando confunde aventuras con
venturas en «a buscar por ese mundo
lo que él llama aventuras, que yo no puedo entender cómo les da este nombre».
La ambigüedad
lingüística también tiene cabida en la prosa cervantina, tal y como se
muestra en la conversación entre Sancho y el escudero del Caballero del Bosque
en el capítulo XIII, donde se halla un juego con las expresiones devota y de bota.
—Por mi fe, hermano —replicó el del Bosque—, que yo no tengo hecho el
estómago a tagarninas, ni a piruétanos, ni a raíces de los montes. Allá se lo
hayan con sus opiniones y leyes caballerescas nuestros amos, y coman lo que
ellos mandaren; fiambreras traigo, y esta bota colgando del arzón de la
silla, por sí o por no, y es tan devota mía y quiérola tanto, que pocos
ratos se pasan sin que la dé mil besos y mil abrazos.
No podemos olvidar el humor verde que nos ofrece el autor. En el capítulo XXXVII, por
ejemplo, encontramos «Que en mi tierra faldas y colas, colas y faldas, todo es
uno». Ni el humor verde ni, por supuesto, el humor basado en el exceso de
superlativos, muy quevediano.
—Confiada estoy, señor poderosísimo, hermosísima señora
y discretísimos circunstantes, que ha de hallar
mi cuitísima en vuestros valerosísimos pechos acogimiento
no menos plácido que generoso y doloroso; porque ella es tal, que es bastante a
enternecer los mármoles, y a ablandar los diamantes y a molificar los aceros de
los más endurecidos corazones del mundo; pero antes que salga a la plaza de
vuestros oídos, por no decir orejas, quisiera que me hicieran sabidora si está
en este gremio, corro y compañía, el acendradísimo caballero don Quijote
de la Manchísima, y su escuderísimo Panza.
—El Panza -antes que otro respondiese, dijo Sancho- aquí está, y el
don Quijotísimo asimismo; y así podréis, dolorosísima
dueñísima, decir lo que quisieridísimis; que todos estamos
prontos y aparejadísimosa ser vuestros servidorísimos.
El humor
situacional brilla con luz propia en el capítulo XXXII en las líneas en que
Sancho critica la soberbia de un eclesiástico en la casa de los duques,
relatando un cuento de Sancho con muchos rodeos y explicaciones impertinentes. También
el brillo se vislumbra en el pasaje donde don Quijote proyectaba su nombre y el
de sus amigos para sus proyectos pastoriles. Alonso Quijano piensa llamarse el pastor Quijótiz, y a Sancho Panza, el pastor Pancino; a Sansón, el pastor Sansorino o Carrascón; al barbero, Nicoloso; a Teresa Panza, Teresona; y al cura, el pastor Curiambro.
ANTICIPACIÓN
Particularmente, en la segunda parte el escritor recurre
a la alteración del orden cronológico en numerosas ocasiones. Se recuerdan,
pues, aventuras del pasado (flashback
o dispositivo retardatario) o se
anuncia lo que más adelante se narrará (flashforward
o anticipación). En el capítulo VII,
donde cuentan los preparativos de la tercera salida, encontramos uno: «Y con
esto se fue el ama, y el bachiller fue luego a buscar al cura, a comunicar con
él lo que se dirá a su tiempo».
IRONÍA CERVANTINA
La existencia de dos
narradores le permite a Cervantes afirmar que el traductor del manuscrito
de Cide Hamete toma por apócrifo el
capítulo, pues Sancho se expresa con otro estilo y diciendo cosas tan sutiles, que no tiene por posible
que él las supiese. Sin lugar a dudas, el episodio de la cueva de
Montesinos es la prueba más vehemente de su ironía. Además de reflejar un
ambiente sobrecogedor, espiritual, etéreo y tétrico, una rareza naturalmente,
Cervantes o, a decir mejor, Cide Hamete pone en duda la veracidad de los
hechos, ya que don Quijote no es capaz de mentir y la historia es demasiado
increíble. Entonces, aquí se precisa de un
lector activo, quien debe decidir si aprueba o no el episodio. He aquí una
muestra más de la modernidad del texto, pues considera falso uno de los
capítulos principales.
Los silencios de la prosa cervantina se reflejan incluso
en algunos títulos, como el capítulo IX, llamado Donde se cuenta lo que en él se verá, en el desconocer los nombres
de los duques, o en datos de poca enjundia como si de camino a Barcelona
Quijote duerme bajo encinas o alcornoques (capítulo LX).
La ironía cervantina toca su cima en las primeras líneas
del capítulo XLIV con un disparate evidente, que llega a reducir al absurdo el juego de autores ficticios a los que atribuye
la composición del Quijote.
Dicen que en el propio original desta historia se lee que llegando Cide
Hamete a escribir este capítulo no le tradujo su intérprete como él le había
escrito, que fue un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo por haber tomado
entre manos una historia tan seca y tan limitada como esta de don Quijote, por
parecerle que siempre había de hablar dél y de Sancho, sin osar estenderse a
otras digresiones y episodios más graves y más entretenidos; y decía que el ir
siempre atenido el entendimiento, la mano y la pluma a escribir de un solo
sujeto y hablar por las bocas de pocas personas era un trabajo incomportable,
cuyo fruto no redundaba en el de su autor, y que por huir deste inconveniente
había usado en la primera parte del artificio de algunas novelas, como fueron
la del Curioso impertinente y la del Capitán cautivo, que están
como separadas de la historia, puesto que las demás que allí se cuentan son
casos sucedidos al mismo don Quijote, que no podían dejar de escribirse.
A continuación,
defiende las historias intercaladas en la primera parte de las críticas y de
las sospechas según las cuales eran innecesarias y se leían por encima o
incluso se saltaban. Magistralmente contesta a estas así:
Y, así, en esta segunda parte no quiso ingerir novelas
sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios que lo pareciesen, nacidos de los
mesmos sucesos que la verdad ofrece, y aun estos limitadamente y con solas las
palabras que bastan a declararlos; y pues se contiene y cierra en los estrechos
límites de la narración, teniendo habilidad, suficiencia y entendimiento para
tratar del universo todo, pide no se desprecie su trabajo, y se le den
alabanzas, no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir.
HISTORIAS INTERCALADAS
Las bodas de Camacho y Quiteria es la primera historia
interpolada, exceptuando pequeñas narraciones como el cuento del loco de
Sevilla del primer capítulo. Es aquí cuando descubrimos un cambio de rumbo en Cervantes para introducirlas, ahora, mejor
insertadas. En esta segunda parte se reducen este tipo de narraciones y
aparecen mejor justificadas. Incluso los protagonistas forman parte de la
historia en calidad de testigos, como el de las bodas.
Como ya mencioné, defiende sus historias intercaladas y
considera que debería ser alabado no por lo que escribe, sino por lo que deja
de escribir.
Igual que en la primera parte, la segunda también nos
ofrece el retrato psicológico de mujeres
particulares, decididas. Así pues, en la historia de Claudia Jerónima, en
el capítulo LX, descubrimos a una joven que mata con una escopeta al un hombre
que, después de pedirle matrimonio, se desposa con otra. Con todo, la historia
de Ana Félix supone un pequeño traspié en la prosa cervantina, a causa de su
trama novelesca, poco o nada convincente.
INCONGRUENCIAS Y UN APORTE AL REFRANERO
A lo largo del Quijote, tanto en la primera como en la
segunda parte, se encuentran errores en la cronología, puesto que Cervantes
cuidaba poco o nada los detalles de la
cronología. La inverosimilitud cronológica se muestra, por ejemplo, en la
carta de Sancho Panza en el capítulo XXXVI, ya que firma con fecha de julio de
1614, lo que sorprende pues la segunda parte trascurre en 1605. A los
estudiosos les ha hecho pensar que la fecha corresponde al día en que escribió
Cervantes este pasaje.
En el capítulo IX, en la visita al Toboso, se acercan a
un edificio, al que en un primer momento don Quijote cree que se trata de un
alcázar, pero, en realidad, es un iglesia y este dice: «Con la iglesia hemos
dado, Sancho». Curiosamente, se ha proverbializado, tal y como apunta en la
edición anotada por Francisco Rico, no con el significado de la novela, sino
para indicar que la Iglesia o alguna autoridad se interpone en la consecución
de un proyecto.
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