martes, 19 de agosto de 2014

Sobre cómo escribir en revistas para adolescentes - UN TRAGO DE VINAGRE

Cómo redactar artículos tope cool en revistas para adolescentes
Si hay un punto álgido en la vida de un periodista, ese es el instante en que se trabaja en una revista para adolescentes. De hecho, muchos menosprecian su trabajo, y todo ¿por qué? Por la envidia. ¿Acaso hay un empleo más atractivo que el de alimentar los estereotipos y convertir a las lectoras en unas víctimas del consumismo y de un cerebro de la consistencia y la complejidad del chicle? ¿Acaso hay otro trabajo en el que se pueda manipular tan a lo bestia y con un número tan reducido de palabras y expresiones?

A pesar de la aparente facilidad para redactar artículos de este tipo, seguramente conoceréis a alguien tan imbécil que necesitará tarde o temprano estos consejos. Alguien como el que vendió el coche por comprar gasolina, o como el que vendió su corazón por dos litros de calimocho. Para más ejemplos absurdos, poned la tele.

DIEZ CONSEJOS PARA ENSEÑAR A REDACTAR ARTÍCULOS EN REVISTAS PARA ADOLESCENTES

1. Escribir al volante.
Alargar ciertos sonidos de las palabras es uno de los recursos más utilizados en este tipo de publicaciones. «¡Qué guapaaaaaaaa!» o «Es que las chicas somos taaaaaaaaaan tímidas» son dos ejemplos que atropellan la inteligencia de las lectoras infelices y que dejan claro que solo se puede escribir algo tan ridículo conduciendo por la sinuosa Lombard Street o por la tortuosa carretera de los Trolls. Es más, no me extrañaría que estos honrados periodistas escribieran subidos en una montaña rusa en marcha. Bueno, no, qué va. ¡Qué tontería! En ese caso serían tan imbéciles que se les olvidaría colocar las barras de seguridad. Que, a decir verdad, me importa lo mismo que las derrotas de la Roja en el último Mundial. O, quizá, olvidan una noción básica de la mecanografía: si pulsas una tecla, aparece una letra. Parece muy sencillo, pero con dos copas de más, con extensiones kilométricas y con cuatro kilos de laca no lo es.

2. Ser pasional.
Una vida sin ilusiones no es más que una habitación sin un póster de Justin Bieber. Sí, no omitas esta referencia. Una adolescente que lee tales artículos lo compara todo con sus ídolos. Recuerdo que una vez una jovencita le reprochó a su madre por hacerle un puré de lentejas. «Mamá, no me pienso comer esa mierda, por el amor de Abraham Mateo». Y le contestó la bendita de su madre: «¿¡Que son mierda las lentejas!? Habló la coprófaga, que escucha todo el puto día sexi señorita». Como veis vuestro público objetivo es pasional. De hecho, las sectas más peligrosas suelen ser, también, clubes de fans. Así las cosas, para triunfar como redactor, debes demostrar esa efervescencia a los cuatro vientos.

Un modo muy práctico es añadir sin criterio alguno expresiones del tipo «ellos son tope fogosos», «los chicos se fijan cantidad», «son unos rebeldes totales», «¡son la caña!». Hay tantas que, a sabiendas de la escasa memoria de tales jóvenes de chicha y nabo, más vale quedarse con este pequeño repertorio. Eso sí, amigas y amigos, no desestiméis la opción de mezclarlo todo. Por ejemplo, «los caña tope rebeldes totales Auryn molan mazo jopetas cantidad». Un lingüística me reprochará la incoherencia de este enunciado. Mentira. Es incomprensible para nosotros, una zagala que lee estas idioteces no comprende, por eso las páginas llevan muchas fotos. De hecho, hay tantas que eso no se sabe si es la sección de moda del catálogo de Carrefour o una revista.

Otro modo muy eficaz es incluir signos de exclamación con el mismo criterio con que un político contrata a dedo. Aquí las exclamaciones son como la purpurina en un salón de manualidades. Nada más abrir el frasquito, la purpurina acaba en cualquier sitio. En el pelo, en el codo, en la cara, en la ropa interior… Muchas lectoras son un testimonio directo de ello. Han utilizado tanta purpurina que se les ha enquistado en el cerebro. ¡Impresionante! ¡Total! De hecho, en numerosas ocasiones, las normas ortográficas y la sintaxis saltan por los aires. Véase el siguiente caso: «Al final de la cena, os despediréis con un ¡besazo!». Si quieres que tu aprendiz triunfe en este tipo de prensa, recuérdale que cada tres palabras hay que colocar una exclamación. Nota: si alguna palabra es trisílaba o tetrasílaba, incrusta alguna. Roñas los justos. Más vale que sobre que falte. Puedes hacer una triple, ¡¡¡por cierto!!!

3. El horóscopo, un pilar fundamental.
«¡Oh, Dios mío! Si mi pupilo no sabe leer las cartas», te dirás. Problema ninguno. Tú enséñale a leer bien, que ya es demasiado, y luego, por supuesto, a escribir. El horóscopo debe ser ambiguo, motivador y combinar frases pseudofilosóficas de Twitter al tuntún, con la inconsciencia con que se echa orégano a las pizzas. Lo importante es que ellas se identifiquen contigo. ¿Cómo? A golpe de obviedades. He aquí un ejemplo: «En el fondo sabes que si tienes boca es por algo, aprovéchala. No comas naaaaada, adelgaaaaza a tope y, cuando te quedes tan delgaaada como la barra de tu chachi armario, sal a ligar y cómete al chico de tus sueños. Que él decida por dónde debes empezar a comértelo. Satisfácelo, que para eso tienes boca».

En resumen, se reduce a emplear frases repipis («el planeta del amor te visitará», «haz caso a las caracolas y a la espuma del mar, tus aliados para ligar». La espuma, siguiendo a Afrodita, sería el semen, pero… ¿y las caracolas? En fin, para triunfar con ese tipo de artículos, enseña a tu periodista a incitar al sexo y a la anorexia, con el disfraz del éxito con los chicos, la envidia de las amigas y la delgadez como síntoma de belleza.

4. Plantear debates.
Debates insulsos. «¿Qué te parece el éxito electoral de Podemos?» o «¿defiendes la reforma fiscal que el Gobierno español ha llevado al Congreso» son preguntas que dispararían la mortalidad juvenil en un país tan envejecido como España. Una chica con una neurona en coma se haría preguntas más de andar por casa. «¿Eres más de mostaza o de kétchup?» o «¿Prefieres McDonald’s o Burguer King?» son dos cuestiones estupendas para debatir. Por cierto, jamás taches a tus jóvenes periodistas de dequeístas, creerían que las estás llamando terroristas y acabar con varias demandas al hombro. En ese caso, les pasas unos flyers para una discoteca y se les olvida lo demás. En el caso de que se pongan muy exigentes, dos barras de pintalabios o un gramo de coca, según el caso, bastarán.

5. Expresar felicidad y vitalidad extremas.
«Dedícale a tus superamigas una foto con un filtro supercañero y ya verás. Les molará, las pondrá tope felices, archicontentas. Enhorabuena a tope». Hay que repetir constantemente palabras asociadas al gozo. Si tus alumnos los añaden estas palabras por error en un artículo sobre la muerte de un cocainómano, no importa. Probablemente, ni se hayan molestado en leer ni la primera línea. Estarán más ocupadas recortando las fotografías y pegándolas en la carpeta, mientras escuchan lo nuevo de One Direction o enmarcan su primera compresa en la pared, como símbolo de la menstruación.

6. Apreciativos, superlativos, formas apocadas. Estilo Whatsapp.
«Llevar el envidiable kit de maquillaje en tu precioso bolso es muchísimas veces muy cómodo» es una muestra del tipo de frases que las lectoras buscan. El problema es que a veces se sucumbe a la tentación de hacer de los sustantivos adjetivos superlativos. A lo Quevedo. ¿Quién es Quevedo? ¿Un camello que salía en Física o química? Además, ¿¡cómo que Quevedo!? Mejor, Queve, que es más corto, como insti, cole, sexys. Para alcanzar el éxito, escribe normal y luego reduce cada palabra a la primera sílaba. ¿Para qué escribir más si nadie lo leerá? Sería un sinsentido como escribir la Constitución en el papel higiénico: solo la leerían los pobres estreñidos sin dinero para comprar laxantes o el último sencillo de Merche. Por cierto, Merche siempre me pareció una gran artista, pero lo nuevo es infumable.

No menos importante es el estilo SMS. Jajaja ¡Ñam! ¡Yuhuuu! Tu chic@

7. Seguir el método histórico.
Este tipo de publicaciones también tienen en cuenta el rigor. Faltaba más. Reconstruyen el pasado a golpe de documentos y sacan conclusiones de enorme lucidez. Por ejemplo, pensad en la estrella adolescente del momento. No importa, cualquiera sirve; si total cuando acabes de leer el artículo ya será una pobre desconocida que acabará prostituyéndose por dos lonchas de jamón york. Una foto de una chica bronceada en bikini tomando el sol en una tumbona y de fondo una piscina. Una imagen tan cotidiana puede revelar grandes secretos que, a no ser por los periodistas de las revistas para adolescentes, nadie habría reparado en ellos. ¿Cuáles? La duda ofende. Pues que, por ejemplo, desea ponerse morena. Sorprendente, ¿no? ¿Quién nos iba a decir que si una mujer usa bronceador es porque quiere verse morena?

8. Persuadir sobre la importancia de estar sana.
Mirad cuántos malnacidos hay por el mundo que despotrican contra esta caterva de periodistas. Ellos se preocupan por la ingesta de fibra, por la higiene bucodental de las jóvenes, por asearse… «Dúchate, ponte guapa, saca tu mejor sonrisa, aséate, haz ejercicio…», pero todo para ligar. Incitan a que las jóvenes sean esclavas del sexo masculino. Y va con doble sentido. La conversación entre el redactor o la redactora y la adolescente sería así más o menos así:
— Periodista, mi vida es una puta mierda. Tengo doce años y ni siquiera he dado un beso. Además, mi madre no me ha dejado a ir al concierto de Bisbal. Me quiero suicidar…
— No lo hagas, niña, ¿qué quieres? ¿Arruinarnos? Tu euro ochenta y cinco es mi sueldo de un mes. Haz deporte a diario.
— ¿Para qué?
— Para ligar.
— Utiliza papel higiénico de doble capa.
— ¿Para qué?
— Para ligar.
— Aprende los tipos de plásticos.
— ¿Para qué?
— Para ligar.
— Toma ibuprofeno.
— ¿Para qué?
— Para ligar. Pareces tonta, valga la redundancia.
— ¿Y cuánto vale?

9. Transmite cercanía.
La empatía es fundamental. Por eso, añadid fórmulas del tipo de «como veis» o «como ya sabéis».

10. No olvidar el espíritu suicida y masoquismo.
Como habéis intuido, las hormonas de las féminas a esta edad están tan revolucionadas que viven al máximo. Una vez conocí a una quinceañera que, dos horas antes de su primera cita, se rompió una uña. El mundo se le echó encima. No sabía qué hacer. Esnifó el pintalabios y el colorete, de ahí que se le ocurriera la idea de cortarse los dedos. Pensó continuar con las muñecas, pero, ¡claro!, creyó que los cuchillos funcionaban con batería, como los smartphones, así que lo puso a cargar. Ahora me pregunto qué fue de ella. Posiblemente, sus ídolos cancelaron un concierto y, por supuesto, se quiso morir. 

Como buenos periodistas de este tipo de revistas, debéis escribir cosas tales como «no quiero respirar» o «¡Te dejarán sin respiración!». Su instinto asesino quedaba evidente con frases del tipo «¿Cómo hacer que se muera por besarte?».

11. Recordar cómo ha de comportarse la mujer.
Tales revistas suelen propugnar una imagen de la mujer estereotipada y dañina. Consideran que el éxito de las jóvenes se basa en la apariencia, perfilada por el canon estético femenino del momento, en las relaciones con los chicos y en una serie de conductas aceptadas que concretan la noción de feminidad. Esto es, ignoran la homosexualidad femenina; incitan a pensar que el valor de una misma lo proporcionan los demás; promueven la sumisión a las modas; y, por supuesto, convierten a las jóvenes en muñecas de una multinacional. Todas iguales, sin personalidad, sin autoestima, sin ellas mismas.

Como habréis comprobado, iban a ser diez consejos, mas ¿qué importa? Habrán dejado de prestar atención desde hace un buen rato. Algunas estarán más ocupadas echando unas gotas de pis en el Predictor, maldiciéndose a sí mismas y a ese hijo que viene en camino, mientras asesinan con los dedos ladillas revoltosas.
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Yo he tratado este asunto en clave irónica, pero si queréis acercaros desde una perspectiva más formal, os aconsejó leer un estudio de Juan F. Plaza. Aquí está el enlace: http://www.injuve.es/sites/default/files/2012/44/publicaciones/revista-78-capitulo-6.pdf. Se titula El discurso del éxito en las revistas para adolescentes y ofrece un análisis exhaustivo sobre este fenómeno. Gracias por leer. Podéis comentar. 

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