Cómo redactar
artículos tope cool en revistas para
adolescentes
Si
hay un punto álgido en la vida de un periodista, ese es el instante en que
se trabaja en una revista para adolescentes. De hecho, muchos menosprecian su
trabajo, y todo ¿por qué? Por la envidia. ¿Acaso hay un empleo más atractivo
que el de alimentar los estereotipos y convertir a las lectoras en unas
víctimas del consumismo y de un cerebro de la consistencia y la complejidad del
chicle? ¿Acaso hay otro trabajo en el que se pueda manipular tan a lo bestia y
con un número tan reducido de palabras y expresiones?
A
pesar de la aparente facilidad para redactar artículos de este tipo,
seguramente conoceréis a alguien tan imbécil que necesitará tarde o temprano
estos consejos. Alguien como el que vendió el coche por comprar gasolina, o
como el que vendió su corazón por dos litros de calimocho. Para más ejemplos
absurdos, poned la tele.
DIEZ CONSEJOS PARA
ENSEÑAR A REDACTAR ARTÍCULOS EN REVISTAS PARA ADOLESCENTES
1. Escribir al
volante.
Alargar
ciertos sonidos de las palabras es uno de los recursos más utilizados en este
tipo de publicaciones. «¡Qué guapaaaaaaaa!» o «Es que las chicas somos
taaaaaaaaaan tímidas» son dos ejemplos que atropellan la inteligencia de las
lectoras infelices y que dejan claro que solo se puede escribir algo tan
ridículo conduciendo por la sinuosa Lombard Street o por la tortuosa carretera
de los Trolls. Es más, no me extrañaría que estos honrados periodistas
escribieran subidos en una montaña rusa en marcha. Bueno, no, qué va. ¡Qué
tontería! En ese caso serían tan imbéciles que se les olvidaría colocar las
barras de seguridad. Que, a decir verdad, me importa lo mismo que las derrotas
de la Roja en el último Mundial. O, quizá, olvidan una noción básica de la
mecanografía: si pulsas una tecla, aparece una letra. Parece muy sencillo, pero
con dos copas de más, con extensiones kilométricas y con cuatro kilos de laca
no lo es.
2. Ser pasional.
Una
vida sin ilusiones no es más que una habitación sin un póster de Justin Bieber.
Sí, no omitas esta referencia. Una adolescente que lee tales artículos lo
compara todo con sus ídolos. Recuerdo que una vez una jovencita le reprochó a
su madre por hacerle un puré de lentejas. «Mamá, no me pienso comer esa mierda,
por el amor de Abraham Mateo». Y le contestó la bendita de su madre: «¿¡Que son
mierda las lentejas!? Habló la coprófaga, que escucha todo el puto día sexi señorita». Como veis vuestro
público objetivo es pasional. De hecho, las sectas más peligrosas suelen ser,
también, clubes de fans. Así las cosas, para triunfar como redactor, debes
demostrar esa efervescencia a los cuatro vientos.
Un
modo muy práctico es añadir sin criterio alguno expresiones del tipo «ellos son
tope fogosos», «los chicos se fijan cantidad», «son unos rebeldes totales»,
«¡son la caña!». Hay tantas que, a sabiendas de la escasa memoria de tales
jóvenes de chicha y nabo, más vale quedarse con este pequeño repertorio. Eso
sí, amigas y amigos, no desestiméis la opción de mezclarlo todo. Por ejemplo,
«los caña tope rebeldes totales Auryn molan mazo jopetas cantidad». Un
lingüística me reprochará la incoherencia de este enunciado. Mentira. Es
incomprensible para nosotros, una zagala que lee estas idioteces no comprende,
por eso las páginas llevan muchas fotos. De hecho, hay tantas que eso no
se sabe si es la sección de moda del catálogo de Carrefour o una revista.
Otro
modo muy eficaz es incluir signos de exclamación con el mismo criterio con que
un político contrata a dedo. Aquí las exclamaciones son como la purpurina en un
salón de manualidades. Nada más abrir el frasquito, la purpurina acaba en
cualquier sitio. En el pelo, en el codo, en la cara, en la ropa interior… Muchas
lectoras son un testimonio directo de ello. Han utilizado tanta purpurina que
se les ha enquistado en el cerebro. ¡Impresionante! ¡Total! De hecho, en
numerosas ocasiones, las normas ortográficas y la sintaxis saltan por los
aires. Véase el siguiente caso: «Al final de la cena, os despediréis con un
¡besazo!». Si quieres que tu aprendiz triunfe en este tipo de prensa,
recuérdale que cada tres palabras hay que colocar una exclamación. Nota: si alguna
palabra es trisílaba o tetrasílaba, incrusta alguna. Roñas los justos. Más vale
que sobre que falte. Puedes hacer una triple, ¡¡¡por cierto!!!
3. El horóscopo, un
pilar fundamental.
«¡Oh,
Dios mío! Si mi pupilo no sabe leer las cartas», te dirás. Problema ninguno. Tú
enséñale a leer bien, que ya es demasiado, y luego, por supuesto, a escribir.
El horóscopo debe ser ambiguo, motivador y combinar frases pseudofilosóficas de
Twitter al tuntún, con la inconsciencia con que se echa orégano a las pizzas.
Lo importante es que ellas se identifiquen contigo. ¿Cómo? A golpe de
obviedades. He aquí un ejemplo: «En el fondo sabes que si tienes boca es por
algo, aprovéchala. No comas naaaaada, adelgaaaaza a tope y, cuando te quedes
tan delgaaada como la barra de tu chachi armario, sal a ligar y cómete al chico
de tus sueños. Que él decida por dónde debes empezar a comértelo. Satisfácelo,
que para eso tienes boca».
En
resumen, se reduce a emplear frases repipis («el planeta del amor te visitará»,
«haz caso a las caracolas y a la espuma del mar, tus aliados para
ligar». La espuma, siguiendo a Afrodita, sería el semen, pero… ¿y las
caracolas? En fin, para triunfar con ese tipo de artículos, enseña a tu
periodista a incitar al sexo y a la anorexia, con el disfraz del éxito con los
chicos, la envidia de las amigas y la delgadez como síntoma de belleza.
4. Plantear debates.
Debates
insulsos. «¿Qué te parece el éxito electoral de Podemos?» o «¿defiendes la reforma fiscal que el Gobierno español
ha llevado al Congreso» son preguntas que dispararían la mortalidad juvenil en
un país tan envejecido como España. Una chica con una neurona en coma se haría
preguntas más de andar por casa. «¿Eres más de mostaza o de kétchup?» o
«¿Prefieres McDonald’s o Burguer King?» son dos cuestiones estupendas para
debatir. Por cierto, jamás taches a tus jóvenes periodistas de dequeístas,
creerían que las estás llamando terroristas y acabar con varias demandas al
hombro. En ese caso, les pasas unos flyers
para una discoteca y se les olvida lo demás. En el caso de que se pongan muy
exigentes, dos barras de pintalabios o un gramo de coca, según el caso,
bastarán.
5. Expresar felicidad
y vitalidad extremas.
«Dedícale
a tus superamigas una foto con un filtro supercañero y ya verás. Les molará,
las pondrá tope felices, archicontentas. Enhorabuena a tope». Hay que repetir
constantemente palabras asociadas al gozo. Si tus alumnos los añaden estas
palabras por error en un artículo sobre la muerte de un cocainómano, no
importa. Probablemente, ni se hayan molestado en leer ni la primera línea.
Estarán más ocupadas recortando las fotografías y pegándolas en la carpeta,
mientras escuchan lo nuevo de One Direction o enmarcan su primera compresa en
la pared, como símbolo de la menstruación.
6. Apreciativos,
superlativos, formas apocadas. Estilo Whatsapp.
«Llevar
el envidiable kit de maquillaje en tu precioso bolso es muchísimas veces muy
cómodo» es una muestra del tipo de frases que las lectoras buscan. El problema
es que a veces se sucumbe a la tentación de hacer de los sustantivos adjetivos
superlativos. A lo Quevedo. ¿Quién es Quevedo? ¿Un camello que salía en Física o química? Además, ¿¡cómo que
Quevedo!? Mejor, Queve, que es más corto, como insti, cole, sexys. Para alcanzar el éxito, escribe
normal y luego reduce cada palabra a la primera sílaba. ¿Para qué escribir más
si nadie lo leerá? Sería un sinsentido como escribir la Constitución en el
papel higiénico: solo la leerían los pobres estreñidos sin dinero para comprar
laxantes o el último sencillo de Merche. Por cierto, Merche siempre me pareció
una gran artista, pero lo nuevo es infumable.
No
menos importante es el estilo SMS. Jajaja
¡Ñam! ¡Yuhuuu! Tu chic@
7. Seguir el método
histórico.
Este
tipo de publicaciones también tienen en cuenta el rigor. Faltaba más. Reconstruyen
el pasado a golpe de documentos y sacan conclusiones de enorme lucidez. Por
ejemplo, pensad en la estrella adolescente del momento. No importa, cualquiera
sirve; si total cuando acabes de leer el artículo ya será una pobre desconocida
que acabará prostituyéndose por dos lonchas de jamón york. Una foto de una
chica bronceada en bikini tomando el sol en una tumbona y de fondo una piscina.
Una imagen tan cotidiana puede revelar grandes secretos que, a no ser por los
periodistas de las revistas para adolescentes, nadie habría reparado en ellos. ¿Cuáles?
La duda ofende. Pues que, por ejemplo, desea ponerse morena. Sorprendente, ¿no?
¿Quién nos iba a decir que si una mujer usa bronceador es porque quiere verse
morena?
8. Persuadir sobre la
importancia de estar sana.
Mirad
cuántos malnacidos hay por el mundo que despotrican contra esta caterva de
periodistas. Ellos se preocupan por la ingesta de fibra, por la higiene
bucodental de las jóvenes, por asearse… «Dúchate, ponte guapa, saca tu mejor
sonrisa, aséate, haz ejercicio…», pero todo para ligar. Incitan a que las
jóvenes sean esclavas del sexo masculino. Y va con doble sentido. La
conversación entre el redactor o la redactora y la adolescente sería así más o
menos así:
—
Periodista, mi vida es una puta mierda. Tengo doce años y ni siquiera he dado
un beso. Además, mi madre no me ha dejado a ir al concierto de Bisbal. Me
quiero suicidar…
—
No lo hagas, niña, ¿qué quieres? ¿Arruinarnos? Tu euro ochenta y cinco es mi sueldo de un mes. Haz deporte a diario.
—
¿Para qué?
—
Para ligar.
—
Utiliza papel higiénico de doble capa.
—
¿Para qué?
—
Para ligar.
—
Aprende los tipos de plásticos.
— ¿Para qué?
— Para ligar.
—
Toma ibuprofeno.
—
¿Para qué?
—
Para ligar. Pareces tonta, valga la redundancia.
—
¿Y cuánto vale?
9. Transmite cercanía.
La
empatía es fundamental. Por eso, añadid fórmulas del tipo de «como veis» o «como
ya sabéis».
10. No olvidar el
espíritu suicida y masoquismo.
Como
habéis intuido, las hormonas de las féminas a esta edad están tan
revolucionadas que viven al máximo. Una vez conocí a una quinceañera que, dos
horas antes de su primera cita, se rompió una uña. El mundo se le echó encima.
No sabía qué hacer. Esnifó el pintalabios y el colorete, de ahí que se le
ocurriera la idea de cortarse los dedos. Pensó continuar con las muñecas, pero,
¡claro!, creyó que los cuchillos funcionaban con batería, como los smartphones, así que lo puso a cargar. Ahora
me pregunto qué fue de ella. Posiblemente, sus ídolos cancelaron un concierto
y, por supuesto, se quiso morir.
Como buenos periodistas de este tipo
de revistas, debéis escribir cosas tales como «no quiero respirar» o «¡Te
dejarán sin respiración!». Su instinto asesino quedaba evidente con frases del
tipo «¿Cómo hacer que se muera por besarte?».
11. Recordar cómo ha
de comportarse la mujer.
Tales
revistas suelen propugnar una imagen de la mujer estereotipada y dañina.
Consideran que el éxito de las jóvenes se basa en la apariencia, perfilada por
el canon estético femenino del momento, en las relaciones con los chicos y en
una serie de conductas aceptadas que concretan la noción de feminidad. Esto es,
ignoran la homosexualidad femenina; incitan a pensar que el valor de una misma
lo proporcionan los demás; promueven la sumisión a las modas; y, por supuesto,
convierten a las jóvenes en muñecas de una multinacional. Todas iguales, sin
personalidad, sin autoestima, sin ellas mismas.
Como
habréis comprobado, iban a ser diez consejos, mas ¿qué importa? Habrán dejado
de prestar atención desde hace un buen rato. Algunas estarán más ocupadas echando
unas gotas de pis en el Predictor, maldiciéndose a sí mismas y a ese hijo que
viene en camino, mientras asesinan con los dedos ladillas revoltosas.
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Yo he tratado este asunto en clave irónica, pero si queréis acercaros desde una perspectiva más formal, os aconsejó leer un estudio de Juan F. Plaza. Aquí está el enlace: http://www.injuve.es/sites/default/files/2012/44/publicaciones/revista-78-capitulo-6.pdf. Se titula El discurso del éxito en las revistas para adolescentes y ofrece un análisis exhaustivo sobre este fenómeno. Gracias por leer. Podéis comentar.
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