Anoche la productora Zeppelin TV y Telecinco estrenaron la decimoquinta edición del reality más longevo en el mundo. Tachado de telebasura o de producto para una audiencia de nulas inquietudes intelectuales, triunfó en audiencias y consiguió seguir uno de los temas más comentados en Twitter. Aunque nunca me fue ajeno el programa, no me convertí en un espectador fiel hasta la novena edición y no tengo ningún problema en admitirlo ante nadie, ni mucho menos ante aquellos que consideran inferiores a los seguidores de GH, porque quienes juzgan tan a la ligera y miran por encima del hombro a los demás son los que en verdad sienten complejos, tienen una autoestima baja y necesitan despreciar a la gente para sentirse mejor consigo mismos. Que cada uno ponga etiquetas, que es gratis.
Saber y ganar, Pasapalabra (en otros tiempos de mayor calidad) o Masterchef son formatos interesantísimos, con instantes orientados al didactismo y al aprendizaje y promotores de la cultura y potenciar nuestra inteligencia. Pero, ¿por qué despreciar la inteligencia social? En GH gana quien se adapta y convive mejor, quien sabe identificar, controlar o reflejar sus sentimientos sin tapujos, fluyendo, y quien posee la suficiente destreza social para prever y "leer" las emociones ajenas. Según algunas declaraciones del equipo de psicólogos de GH, la mayoría de concursantes goza de un coeficiente intelectual superior a la media española. Con todo, nunca faltan las excepciones y hasta diría que en algunas ediciones como la duodécima, por ejemplo, han abundado.
Por desgracia, algunas tácticas del programa y sus años en emisión deslustraron las sorpresas de la gala 1 de ayer. Jugar con concursantes que no saben que lo son antes tenía efecto e impactaba, pero ya, como sucedió con las dos hermanas limpiadoras y el taxista, no sorprende, incluso daba la impresión de que conocían o, cuando menos, intuían su condición. No llamó la atención la distribución de la casa: más transparencias a golpe de cristales y espejos, pero, al fin y al cabo, los mismos decorados de siempre. Tampoco sobresalió la aparición de animales, como Rubia, la cabra de Bruno, y la gallina Falacia con que entró Mercedes Milá. Asimismo, ha perjudicado el recuerdo de otras ediciones donde los vídeos parecían manipular la opinión de la audiencia, donde parecía que se prolongaba o acortaba el tiempo de los votos para que, en caso de resultados muy igualados, se quedara en la casa el concursante que más interesaba a la organización. Tiene sus guionistas y estos ponen y deben poner en aprietos a los concursantes. Gran hermano hay que vivirlo, pero sin tomarlo demasiado en serio.
Entre los aciertos de la noche, destacan el libdup inicial de los exgrandeshermanos, Milá presentando desde los exteriores de la casa de Guadalix y su posterior entrada en la casa con los concursantes (cenó y durmió con ellos) y los rótulos y el resto de elementos infográficos, cuidados y limpios. Todo ello logró que en cada espectador aflorara la idea de estar viviendo uno de los grandes eventos televisivos, aunque su extensa y grotesca duración (terminó a las dos y media de la noche), redujo el ritmo y el nervio del directo.
A pesar de que defraudó, en cuanto al ritmo, lo importante es el cásting. En un principio me lo esperaba más potente, sobre todo, porque pensaba que cuatro perfiles eran imprescindibles: una pareja de independentistas catalanes, otra homosexual, una joven veinteañera y su abuelo (un señor de 80 años, el típico abuelo que pasa el día entre cañas y partidas de dominó) pudo dar mucho juego y hacernos reflexionar sobre cómo ha cambiado nuestra España y, por último, un matrimonio chino.
Sin embargo, intuyo que los nuevos concursantes van a dar mucho juego, porque se les ve menos resabiados y más naturales. El interés en ellos surgirá de verdad cuando interactúen. Como muestra, el torero Luis y Fran, su apoderado, seguro que tendrán sus más y sus menos con Azahara, una joven y guapa andaluza antitaurina y vegetariana. Los amigos Vitín y Omar seguro que darán juego, aunque en apariencia parezcan algo sosos, gracias en parte a el hermanastro de este último, el evangelista y madridista Alfredo, aunque este no sospecha o, al menos, no lo ha confesado, que comparten el mismo padre. Los primos hermanos surferos, Juan Manuel y Jonathan, muy ceñidos al objetivo de la audiencia carpeteril y mojabragas, serán, probablemente, los que ofrezcan las tramas amorosas con las primeras hermanas de Albacete, Yolanda y Alejandra, la primera más de apariencia choni y la segunda, más pija y refinada. Las hermanas limpiadoras, Mayca y Loli, aportarán quizá el toque chismoso y ese humor andaluz del que no soy muy fan. Shaima, musulmana de El Príncipe (Ceuta) y su alocado taxista, un amante del heavy, la música española y de las relaciones sociales. Los que menos me llaman la atención son José, el narcisista mexicano, Paula, la hawaiana, y el joven gallego Hugo, que concursa con su cabra Rubia.
Ahora solo falta por conocer la mecánica de este año, el papel de Florentino Fernández, que apareció en el plató vacío y si el programa vende humo o si, por el contrario, estamos ante una regeneración del formato sin perder su esencia.
>> Podéis comentar, como siempre, desde Facebook, o pulsando en el cuadradito "Blogger".
No hay comentarios:
Publicar un comentario