Tras publicar los dos primeros artículos del Quijote, publico la tercera. Ahora comienzo analizando la segunda parte.
DON QUIJOTE DE LA MANCHA (2ª Parte)
QUIJOTIZACIÓN Y SANCHIFICACIÓN
La segunda parte comienza con la conversación del cura y
el barbero con don Quijote para comprobar si ha recobrado el juicio. Llevaban
días sin hablar con él, pero sí iban conociendo su estado a través de la
sobrina y de la ama que vivía en casa del hidalgo. En este primer capítulo ya le
siento más sensato, más comedido. Se
intuye que ya no lucha tanto por su locura como por la voluntad de defender
unos ideales opuestos a la corrupción, a la arrogancia, etc.
Tal y como apunta Martín de Riquer, desde el episodio X
comienza una nueva fase en la que el
caballero andante verá la realidad tal cual, mientras los que lo rodean
crean en torno a él un mundo de fantasía para burlarse de él, como es el caso
de los duques, o para obligarlo a regresar a su aldea, en el caso de Sansón
Carrasco. Se trata de una de las grandes diferencias entre las dos partes. Con
todo, de acuerdo a las anotaciones de Francisco Rico, algunos críticos señalan
que don Quijote, quien confiesa que desde
muchacho fui aficionado a la carátula, y en su mocedad se me iban los ojos tras
la farándula, se comporta como un actor, o sea, finge ser un caballero
andante.
Una diferencia notable entre las dos partes es que en la
segunda Sancho alardea frecuentemente de
ser cristiano viejo, condición frente entre villanos y clases humildes. Además,
se hace efectivo el exceso de refranes en el habla del escudero. Un instante en
que el lector es realmente consciente de la irrupción de la ficción en la vida de Sancho se encuentra en el
trigésimo primer cuando la duquesa le persuade de que la labradora, de la que
él mismo dijo a don Quijote que era Dulcinea, era en verdad la amada de su amo.
O sea, le hace creer que las locuras de este no lo son hasta el punto en que se
cree su propio embuste. Asombrosa es la aventura con Clavileño, en la que, pese
a quitarse la venda, no descubre el engaño de los duques, sino que de las cabras del cielo, esto es, la
constelación de la Pléyade. Encontramos aquí un juego de perspectivas donde la visión de los personajes, tanto los
burladores como los burlados, está a dos pasos entre la ficción y la realidad.
En la recta final de la obra, esta transformación psicológica de los personajes se evidencia con máxima nitidez. Como muestra, en el
capítulo LXII no cree en las características de la máscara encantada de don Antonio.
Incluso, llega a anteponer el dolor de su escudero sobre Dulcinea. También, en
la penitencia de Sancho, narrada en el capítulo LXXI, se considera don Quijote desdichado en no haber nacido en su época,
al igual que Elena y Dido. La evolución de Sancho en el habla, cada vez más
discreta, destaca en el episodio LXVI. Incluso en el LXVIII reflexionan sobre
los refranes, en tanto don Quijote los usa y abusa más de ellos, y Sancho habla
con mayor elegancia.
En la relación entre amo y escudero la segunda parte recoge su acercamiento, su mayor afecto y su amistad.
Van limando sus asperezas hasta complementarse. Se necesitan. El contraste de
sus perfiles psicológicos enriquece el texto y lo dota de un valor universal.
Cabe mencionar, también, la comparación implícita entre el caballero de don
Diego de Miranda, el del Verde Gabán y don Quijote, dos personajes que, en
condiciones similares, llevan una vida completamente diferente.
Uno de los puntos álgidos de Don Quijote de la Mancha es
la circularidad y la sensación de que los yoes psíquicos de los protagonistas
regresan al igual que sus cuerpos a la aldea. Así lo apunta al final del
capítulo LXXI Sancho:
No más
refranes, Sancho, por un solo Dios –dijo don Quijote–, que parece que te
vuelves al sicut erat: habla a lo
llano, a lo liso, a lo no intricado, como muchas veces te he dicho, y verás
como te vale un pan por ciento.
CUESTIONES LITERARIAS
Al igual que en la primera parte Cervantes trataba
algunas cuestiones literarias, en
esta continuación encontramos otros pasajes, como la distinción entre la
historia y la poesía, la cual planteó Aristóteles en su Poética. Del mismo modo en que arremete contra autores como Lope de
Vega en la primera parte, aquí vuelve a hacerlo, pero de un modo más sutil.
Sospecho que, cuando en boca de don Quijote expresa «Hay algunos que así componen y
arrojan libros de sí como si fuesen buñuelos», pensó en la prolija
producción literaria de Lope.
También encontramos en la edición de 1615 a un Cervantes
más convencido de la genialidad de su prosa, pero que no duda en justificar y
en defender su obra de las críticas. Así pues, Carrasco dice: «Digo que es
grandísimo el riesgo a que se pone el que imprime un libro, siendo de toda
imposibilidad imposible componerle tal que satisfaga y contente a todos los que
le leyeren». Del mismo modo, recuerda el error del pasaje del robo del
rucio. «—Antes
es al revés, que, como de «stultorum infinitus est numerus», infinitos son
los que han gustado de la tal historia; y algunos han puesto falta y dolo
en la memoria del autor, pues se le olvida de contar quién fue el ladrón que
hurtó el rucio a Sancho, que allí no se declara, y solo se infiere de lo
escrito que se le hurtaron, y de allí a poco le vemos a caballo sobre el mesmo
jumento, sin haber parecido.»
Sirviéndose del juego cervantino de narradores, el autor
plantea el debate sobre la conveniencia de las segundas partes.
—Sí promete
—respondió Sansón—, pero dice que no ha hallado ni sabe quién la tiene, y,
así, estamos en duda si saldrá o no, y así por esto como porque algunos dicen:
«Nunca segundas partes fueron buenas», y otros: «De las cosas de don Quijote
bastan las escritas», se duda que no ha de haber segunda parte; aunque algunos
que son más joviales que saturninos dicen: «Vengan más quijotadas, embista
don Quijote y hable Sancho Panza, y sea lo que fuere, que con eso nos
contentamos».
— ¿Y a qué se
atiene el autor?
—A que
—respondió Sansón— en hallando que halle la historia, que él va buscando con
extraordinarias diligencias, la dará luego a la estampa, llevado más del
interés que de darla se le sigue que de otra alabanza alguna.
A lo que dijo
Sancho:
— ¿Al dinero y
al interés mira el autor? Maravilla será que acierte, porque no hará sino
harbar, harbar, como sastre en vísperas de pascuas, y las obras que se hacen
apriesa nunca se acaban con la perfeción que requieren.
No menos destacable es la petición de don Quijote a
Sancho para que le escribo un poema en honor a su amada Dulcinea en el capítulo
IV.
Dicho esto, rogó al bachiller que, si era poeta, le hiciese merced de
componerle unos versos que tratasen de la despedida que pensaba hacer de su
señora Dulcinea del Toboso, y que advirtiese que en el principio de cada verso
había de poner una letra de su nombre, de manera que al fin de los versos,
juntando las primeras letras, se leyese: «Dulcinea del Toboso». El bachiller
respondió que puesto que él no era de los famosos poetas que había en España,
que decían que no eran sino tres y medio, que no dejaría de componer los tales
metros, aunque hallaba una dificultad grande en su composición, a causa que las
letras que contenían el nombre eran diez y siete, y que si hacía cuatro
castellanas de a cuatro versos, sobrara una
letra, y si de a cinco, a quien llaman «décimas» o «redondillas», faltaban tres
letras; pero, con todo eso, procuraría embeber una letra lo mejor que pudiese,
de manera que en las cuatro castellanas se incluyese el nombre de Dulcinea del
Toboso.
Asimismo, recupera la imagen del mundo como teatro, que surgió en la Antigüedad clásica,
mas gracias a la predicación, se extendió en el Siglo de Oro.
—Pues lo mesmo
—dijo don Quijote— acontece en la comedia y trato deste mundo, donde unos hacen
los emperadores, otros los pontífices, y finalmente todas cuantas figuras se
pueden introducir en una comedia; pero en llegando al fin, que es cuando se
acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y
quedan iguales en la sepultura.
—Brava
comparación —dijo Sancho—, aunque no tan nueva, que yo no la haya oído muchas y
diversas veces, como aquella del juego del ajedrez, que mientras dura el juego
cada pieza tiene su particular oficio, y en acabándose el juego todas se
mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la
vida en la sepultura.
REFERENCIAS Y ELEMENTOS DEL FOLCLORE
La gran afición de Cervantes por la literatura y su
enorme formación explica las continuas referencias
mitológicas, las citas bíblicas
(Si el ciego guía al ciego, ambos van a
peligro de caer en el mismo hoyo) o de otros autores. Numerosos son los ecos garcilasianos. El comienzo del
capítulo XLV es pertinente en el asunto de referencias, pues, dado que invoca
al dios Apolo, recuerda a los poemas épicos que se iniciaban con la invocación a las musas o a los dioses,
como Ilíada y Odisea de Homero, Teogonía
de Hesíodo o la Eneida de Virgilio.
La imaginación medieval sobre las almas de los condenados
y la referencia al Quijote apócrifo
se entrelazan en el relato de Altisidora, donde unos diablos al borde de la
muerte juegan con la obra de Avellaneda.
Asimismo, Cervantes acierta en la recreación de los problemas de la sociedad. Refleja los
conflictos con una solvencia encomiable, tales como el bandolerismo en Cataluña en el bosque de los ahorcados del capítulo
LX. Acerca de Barcelona, también hay
que comentar que esta ciudad se erige como el
mundo desconocido, así pues don Quijote se ve obligado a enfrentarse a
realidades hasta entonces desconocidas, como la imprenta, el mar, la cabeza
encantada o la galera.
Asimismo, Cervantes nutre el texto de motivos folclóricos
en numerosas ocasiones. Entre ellas he de subrayar el barco sin marineros que
lleva al héroe a un lugar maravilloso en el capítulo XXIX, en la aventura del
barco encantado. Pero no es hasta el capítulo XLV con las sentencias del gobernador Sancho
donde la tradición y el folclore se condensan en varias líneas. Por ejemplo, la
sentencia del sastre y el labrador, en la que este último le pide al primero
que le confeccione unos gorros con una tela, pero el otro se los hace muy
pequeños, del tamaño de los dedos, para quedarse con la tela restante.
INTERTEXTUALIDAD
La intertextualidad
sobresale incluso más que en la primera parte gracias a las referencias a la primera parte del Quijote o la edición
apócrifa de Fernández de Avellaneda. Es evidente que el autor conoció y
tuvo en cuenta las opiniones vertidas sobre la primera parte. Como muestra, en
el tercer capítulo podemos leer: «—Una de las tachas que ponen a la tal historia
—dijo el bachiller— es que su autor puso en ella una novela intitulada El
Curioso impertinente, no por mala ni por mal razonada, sino por no ser de aquel
lugar, ni tiene que ver con la historia de su merced del señor don Quijote».
Otra gran muestra en cuanto a las referencias a la
edición apócrifa la hallamos en el capítulo LXXII con la aparición de don
Álvaro de Tarfe, un personaje del Quijote de Avellaneda que, al conocer a los
personajes cervantinos, concluye que estos últimos sí que son los verdaderos
don Quijote y Sancho Panza.
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