lunes, 8 de septiembre de 2014

DON QUIJOTE (2ª Parte): quijotización, sanchificación, fenómeno literario, folclore e intertextualidad

Tras publicar los dos primeros artículos del Quijote, publico la tercera. Ahora comienzo analizando la segunda parte.

DON QUIJOTE DE LA MANCHA (2ª Parte)
QUIJOTIZACIÓN Y SANCHIFICACIÓN
La segunda parte comienza con la conversación del cura y el barbero con don Quijote para comprobar si ha recobrado el juicio. Llevaban días sin hablar con él, pero sí iban conociendo su estado a través de la sobrina y de la ama que vivía en casa del hidalgo. En este primer capítulo ya le siento más sensato, más comedido. Se intuye que ya no lucha tanto por su locura como por la voluntad de defender unos ideales opuestos a la corrupción, a la arrogancia, etc.

Tal y como apunta Martín de Riquer, desde el episodio X comienza una nueva fase en la que el caballero andante verá la realidad tal cual, mientras los que lo rodean crean en torno a él un mundo de fantasía para burlarse de él, como es el caso de los duques, o para obligarlo a regresar a su aldea, en el caso de Sansón Carrasco. Se trata de una de las grandes diferencias entre las dos partes. Con todo, de acuerdo a las anotaciones de Francisco Rico, algunos críticos señalan que don Quijote, quien confiesa que desde muchacho fui aficionado a la carátula, y en su mocedad se me iban los ojos tras la farándula, se comporta como un actor, o sea, finge ser un caballero andante.

Una diferencia notable entre las dos partes es que en la segunda Sancho alardea frecuentemente de ser cristiano viejo, condición frente entre villanos y clases humildes. Además, se hace efectivo el exceso de refranes en el habla del escudero. Un instante en que el lector es realmente consciente de la irrupción de la ficción en la vida de Sancho se encuentra en el trigésimo primer cuando la duquesa le persuade de que la labradora, de la que él mismo dijo a don Quijote que era Dulcinea, era en verdad la amada de su amo. O sea, le hace creer que las locuras de este no lo son hasta el punto en que se cree su propio embuste. Asombrosa es la aventura con Clavileño, en la que, pese a quitarse la venda, no descubre el engaño de los duques, sino que de las cabras del cielo, esto es, la constelación de la Pléyade. Encontramos aquí un juego de perspectivas donde la visión de los personajes, tanto los burladores como los burlados, está a dos pasos entre la ficción y la realidad.

En la recta final de la obra, esta transformación psicológica de los personajes se evidencia con máxima nitidez. Como muestra, en el capítulo LXII no cree en las características de la máscara encantada de don Antonio. Incluso, llega a anteponer el dolor de su escudero sobre Dulcinea. También, en la penitencia de Sancho, narrada en el capítulo LXXI, se considera don Quijote desdichado en no haber nacido en su época, al igual que Elena y Dido. La evolución de Sancho en el habla, cada vez más discreta, destaca en el episodio LXVI. Incluso en el LXVIII reflexionan sobre los refranes, en tanto don Quijote los usa y abusa más de ellos, y Sancho habla con mayor elegancia.

En la relación entre amo y escudero la segunda parte recoge su acercamiento, su mayor afecto y su amistad. Van limando sus asperezas hasta complementarse. Se necesitan. El contraste de sus perfiles psicológicos enriquece el texto y lo dota de un valor universal. Cabe mencionar, también, la comparación implícita entre el caballero de don Diego de Miranda, el del Verde Gabán y don Quijote, dos personajes que, en condiciones similares, llevan una vida completamente diferente.

Uno de los puntos álgidos de Don Quijote de la Mancha es la circularidad y la sensación de que los yoes psíquicos de los protagonistas regresan al igual que sus cuerpos a la aldea. Así lo apunta al final del capítulo LXXI Sancho:
No más refranes, Sancho, por un solo Dios –dijo don Quijote–, que parece que te vuelves al sicut erat: habla a lo llano, a lo liso, a lo no intricado, como muchas veces te he dicho, y verás como te vale un pan por ciento.

CUESTIONES LITERARIAS
Al igual que en la primera parte Cervantes trataba algunas cuestiones literarias, en esta continuación encontramos otros pasajes, como la distinción entre la historia y la poesía, la cual planteó Aristóteles en su Poética. Del mismo modo en que arremete contra autores como Lope de Vega en la primera parte, aquí vuelve a hacerlo, pero de un modo más sutil. Sospecho que, cuando en boca de don Quijote expresa «Hay algunos que así componen y arrojan libros de sí como si fuesen buñuelos», pensó en la prolija producción literaria de Lope.

También encontramos en la edición de 1615 a un Cervantes más convencido de la genialidad de su prosa, pero que no duda en justificar y en defender su obra de las críticas. Así pues, Carrasco dice: «Digo que es grandísimo el riesgo a que se pone el que imprime un libro, siendo de toda imposibilidad imposible componerle tal que satisfaga y contente a todos los que le leyeren». Del mismo modo, recuerda el error del pasaje del robo del rucio. «—Antes es al revés, que, como de «stultorum infinitus est numerus», infinitos son los que han gustado de la tal historia; y algunos han puesto falta y dolo en la memoria del autor, pues se le olvida de contar quién fue el ladrón que hurtó el rucio a Sancho, que allí no se declara, y solo se infiere de lo escrito que se le hurtaron, y de allí a poco le vemos a caballo sobre el mesmo jumento, sin haber parecido.»

Sirviéndose del juego cervantino de narradores, el autor plantea el debate sobre la conveniencia de las segundas partes.
—Sí promete —respondió Sansón—, pero dice que no ha hallado ni sabe quién la tiene, y, así, estamos en duda si saldrá o no, y así por esto como porque algunos dicen: «Nunca segundas partes fueron buenas», y otros: «De las cosas de don Quijote bastan las escritas», se duda que no ha de haber segunda parte; aunque algunos que son más joviales que saturninos dicen: «Vengan más quijotadas, embista don Quijote y hable Sancho Panza, y sea lo que fuere, que con eso nos contentamos».
— ¿Y a qué se atiene el autor?
—A que —respondió Sansón— en hallando que halle la historia, que él va buscando con extraordinarias diligencias, la dará luego a la estampa, llevado más del interés que de darla se le sigue que de otra alabanza alguna.
A lo que dijo Sancho:
— ¿Al dinero y al interés mira el autor? Maravilla será que acierte, porque no hará sino harbar, harbar, como sastre en vísperas de pascuas, y las obras que se hacen apriesa nunca se acaban con la perfeción que requieren.

No menos destacable es la petición de don Quijote a Sancho para que le escribo un poema en honor a su amada Dulcinea en el capítulo IV.
Dicho esto, rogó al bachiller que, si era poeta, le hiciese merced de componerle unos versos que tratasen de la despedida que pensaba hacer de su señora Dulcinea del Toboso, y que advirtiese que en el principio de cada verso había de poner una letra de su nombre, de manera que al fin de los versos, juntando las primeras letras, se leyese: «Dulcinea del Toboso». El bachiller respondió que puesto que él no era de los famosos poetas que había en España, que decían que no eran sino tres y medio, que no dejaría de componer los tales metros, aunque hallaba una dificultad grande en su composición, a causa que las letras que contenían el nombre eran diez y siete, y que si hacía cuatro castellanas de a cuatro versos, sobrara una letra, y si de a cinco, a quien llaman «décimas» o «redondillas», faltaban tres letras; pero, con todo eso, procuraría embeber una letra lo mejor que pudiese, de manera que en las cuatro castellanas se incluyese el nombre de Dulcinea del Toboso.

Asimismo, recupera la imagen del mundo como teatro, que surgió en la Antigüedad clásica, mas gracias a la predicación, se extendió en el Siglo de Oro.
—Pues lo mesmo —dijo don Quijote— acontece en la comedia y trato deste mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontífices, y finalmente todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura.
—Brava comparación —dijo Sancho—, aunque no tan nueva, que yo no la haya oído muchas y diversas veces, como aquella del juego del ajedrez, que mientras dura el juego cada pieza tiene su particular oficio, y en acabándose el juego todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura.

REFERENCIAS Y ELEMENTOS DEL FOLCLORE
La gran afición de Cervantes por la literatura y su enorme formación explica las continuas referencias mitológicas, las citas bíblicas (Si el ciego guía al ciego, ambos van a peligro de caer en el mismo hoyo) o de otros autores. Numerosos son los ecos garcilasianos. El comienzo del capítulo XLV es pertinente en el asunto de referencias, pues, dado que invoca al dios Apolo, recuerda a los poemas épicos que se iniciaban con la invocación a las musas o a los dioses, como Ilíada y Odisea de Homero, Teogonía de Hesíodo o la Eneida de Virgilio.

La imaginación medieval sobre las almas de los condenados y la referencia al Quijote apócrifo se entrelazan en el relato de Altisidora, donde unos diablos al borde de la muerte juegan con la obra de Avellaneda.

Asimismo, Cervantes acierta en la recreación de los problemas de la sociedad. Refleja los conflictos con una solvencia encomiable, tales como el bandolerismo en Cataluña en el bosque de los ahorcados del capítulo LX. Acerca de Barcelona, también hay que comentar que esta ciudad se erige como el mundo desconocido, así pues don Quijote se ve obligado a enfrentarse a realidades hasta entonces desconocidas, como la imprenta, el mar, la cabeza encantada o la galera.

Asimismo, Cervantes nutre el texto de motivos folclóricos en numerosas ocasiones. Entre ellas he de subrayar el barco sin marineros que lleva al héroe a un lugar maravilloso en el capítulo XXIX, en la aventura del barco encantado. Pero no es hasta el capítulo XLV con las sentencias del gobernador Sancho donde la tradición y el folclore se condensan en varias líneas. Por ejemplo, la sentencia del sastre y el labrador, en la que este último le pide al primero que le confeccione unos gorros con una tela, pero el otro se los hace muy pequeños, del tamaño de los dedos, para quedarse con la tela restante.

INTERTEXTUALIDAD
La intertextualidad sobresale incluso más que en la primera parte gracias a las referencias a la primera parte del Quijote o la edición apócrifa de Fernández de Avellaneda. Es evidente que el autor conoció y tuvo en cuenta las opiniones vertidas sobre la primera parte. Como muestra, en el tercer capítulo podemos leer: «—Una de las tachas que ponen a la tal historia —dijo el bachiller— es que su autor puso en ella una novela intitulada El Curioso impertinente, no por mala ni por mal razonada, sino por no ser de aquel lugar, ni tiene que ver con la historia de su merced del señor don Quijote».



Otra gran muestra en cuanto a las referencias a la edición apócrifa la hallamos en el capítulo LXXII con la aparición de don Álvaro de Tarfe, un personaje del Quijote de Avellaneda que, al conocer a los personajes cervantinos, concluye que estos últimos sí que son los verdaderos don Quijote y Sancho Panza.

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