La semana pasada comenzó la segunda temporada de First Dates, la apuesta de Cuatro en colaboración con Warner más fuerte de la cadena en años para hacerse un hueco en el difícil como lo es el access primer-time. No fue hasta este verano cuando comencé a interesarme por este dating show: a primera vista puede parecer el típico programa de citas con concursantes en busca de su minuto de gloria o con actores haciéndose pasar por concursantes. Sin embargo, tan pronto como decides darle una oportunidad, descubres que es buen programa.
Cada episodio dura en torno a una hora, el tiempo justo para desarrollar las cinco citas a ciegas diarias sin estirar las tramas. Y digo trama no de manera despectiva: todo programa tiene un guión (o debería tenerlo) para darle coherencia e interés, y más aún en un formato de este tipo con participantes normalmente anónimos que no siempre se dejan llevar porque les cohíben las cámaras o les incomoda la persona con la que les ha tocado cenar. Precisamente, la puesta en escena de First Dates (el plató es un restaurante) a modo de restaurante permite que el presentador Carlos Sobera actúe como maître y enriquezca y dinamice el espectáculo con la ironía y la rapidez de reflejos que siempre lo han caracterizado y, sobre todo, dando la bienvenida a los participantes, haciéndoles alguna pregunta para que los espectadores vayan trazando su perfil e, incluso, interrumpiendo la cita para dejar algún comentario que haga reaccionar a los concursantes, ya sea porque no se atreven a contar su secreto (habitualmente tener un hijo o una inclinación sexual no mayoritaria o trabajar de la noche), ya sea porque la conversación comienza a resultar aburrida. Al igual que Sobera, las camareras y el barman también dinamizan el episodio. Todos ellos resultan cercanos, se dejan llevar e, incluso, se atreven a pronosticar cómo acabará cada cita.
Estos pronósticos contribuyen, a su vez, a que el formato cuente una historia. First Dates logra seleccionar los mejores momentos de la cita, las declaraciones de los participantes tras la decisión final de continuar o no conociéndose, los pronósticos de los "trabajadores" de este particular restaurante y la voz en off de Sobera a modo de narrador y a todos estos elementos les da unidad. Parece algo básico, pero no es tan habitual como lo puede parecer que el engranaje de un programa esté tan bien engrasado. Aquí las piezas encajan, funcionan a la perfección. O casi.
A diferencia de otros dating shows de Mediaset, en First Dates opta por unos concursantes mucho más naturales, que buscan de verdad el amor o, al menos, eso es lo que aparentan, no como en Un príncipe para... o Quién quiere casarse con mi hijo, dos formatos de entretenimiento maravillosos, especialmente el segundo, que no se toman demasiado en serio, con una etapa de post-producción que hace que brille y que el espectador se quede enganchado al universo tróspido. No le quito méritos a estos programas, pero First Dates sin dejar de lado en la edición una mirada algo tróspida de vez en cuando resulta más creíble en la búsqueda real del amor. Ahora bien, una de las debilidades es cuando el programa pretende ganar repercusión mediática invitando a personajillos de la farándula y del universo tróspido. First Dates debería encontrar otras mañas más efectivas a largo plazo, porque podría poner en peligro su "credibilidad" y salvamizar el formato.
Por último, querría destacar la gran variedad de perfiles de los participantes. Variedad de la que podría aprender Mujeres y hombres y viceversa que transmite unos valores perjudiciales para la generación nini. De esto no es responsabilidad absoluta del medio que lo emite: con un mejor sistema educativo y una mayor estima por la cultura por parte de la sociedad española no triunfaría un programa con unos perfiles clónicos de chonis y de canis que presumen de algo tan efímero como lo es un físico, de ser unos incultos y de tener un éxito muy relativo y, sobre todo, efímero. Ojo, no asocio los dating shows y los reality shows como nido e imán de la incultura. Tampoco voy a intelectualizar programas que solo buscan el entretenimiento, pero sí querría decir que me sorprende que ciertos círculos critiquen estos formatos en los que se premia la inteligencia emocional. Ahora bien, no voy a negar que las cadenas deberían apostar por profesionales como psicólogos y sociólogos para que estos programas fueran más constructivos, también deberían apostar por un enfoque donde primaran otros contenidos más allá de los gritos y el conflicto básico y, por supuesto, por una variedad de participantes que reflejara la realidad.
Precisamente, ese es el gran mérito de First Dates. Gracias a este formato se trata con absoluta normalidad orientaciones e identidades sexuales que van más allá de las aceptadas por el patriarcado. Y no, no me estoy refiriendo solo a que haya concursantes homosexuales y bisexuales, sino también a quienes optan por el poliamor y las relaciones abiertas, los géneros binarios, también a quienes no se definen como homo, bi y heterosexuales. Recuerdo que en esta segunda temporada un chico confesaba que no sabe hasta que punto podría llegar a gustarle un hombre, pero al final de la cita asentía a seguir conociéndose a una chica y puede que enamorado. Por si fuera poco, también First Dates abre las puertas a concursantes ancianos, ¿por qué no? ¿acaso el amor es solo cosa de jóvenes? Recuerdo una mujer de sesenta y tantos años que afirmaba haber estado soltera toda la vida por decisión propia e insinuaba que había llevado una vida sexual ajetreada. La televisión acostumbra a mostrar a ancianas recatadas a las que le preocupa más el parecer que el ser, fruto de los años de represión y de educación patriarcal impuestas, así que es un soplo de aire fresco encontrar un programa que dé voz al amor en la vejez y que no se ciña a los modos de entender el amor y la sexualidad del patriarcado. Ahora bien, espero que se ahorren otra vez el "gag" de organizar una cita a ciegas para dos personas invidentes, ¿cuándo llegará el día en que se tratará con normalidad y no desde la sensiblería y la lástima la discapacidad?
En cualquier caso, y pese a pequeños errores puntuales, First Dates merece la pena.
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