Con 19 años y con una pericia vital cada vez más dilatada, Irene Meroño debe encarar el último trance, el más difícil: la muerte. Justo en la efervescencia de la juventud, en el momento en que debe buscar un rumbo e ir trazando los proyectos de su existencia, los soportes de su presente y su futuro, la noticia de que en 60 días morirá le cae de la cabeza a los pies como un jarro de agua fría. Lejos de angustiarse, de caer en una depresión y llorar por lo que perderá, ella opta por escurrir sus últimos días con todas las fuerzas que irá perdiendo, a veces con una moral cuestionable. A lo largo de la postrimería de su existencia, luchará por cumplir los deseos de su lista, en ocasiones, cotidianos, en otras, inusuales, surrealistas. 60 días para morir es un viaje hacia un adiós apresurado y hacia el principio de unas creencias firmes que comenzarán a tambalearse. Pretende, en definitiva, ser un relato, una historia, pero, ante todo, otra forma de sentir.
¡Por fin! Es lo que me puedo decir con emoción. Por fin, mañana publicaré el primer capítulo de los 20 que conforman la historia. Por fin, después de seis meses, si bien con períodos de descansos incluidos, mañana podréis conocer a esta chica, a Irene Meroño. Os invito a que la leáis, a que la améis o la odiéis, a que comentéis, a que la recomendéis o no, a que compartáis conmigo una historia escrita con tesón, ilusión y tiempo, mucho tiempo. Está claro que la repercusión de esto no va más allá de la personal, que esto se parece a la presentación de una novela de autores como María Dueñas o Arturo Pérez Reverte lo mismo como un huevo a una castaña. ¡Qué más quisiera yo tener (ese) apoyo editorial y ese séquito de lectores con que cuentan! No obstante, eso no me impide ilusionarme con la posibilidad de que a alguno de vosotros le seduzca o, simplemente, siga la trama.
En este blog he publicado varias creaciones literarias mías. Entre diciembre de 2013 y julio de 2014 publiqué una serie de 60 capítulos, Villanos, y cuatro cuentos navideños estas Navidades. Esta, por tanto, sería mi segunda serie de capítulos, mucho más pequeña: solo 20. A mi parecer –y persiguiendo ese objetivo–, poco tienen que ver mis anteriores relatos con 60 días para morir. Considero que ahora hay en mí otras influencias, otras referencias, gracias a mi lectura de El Quijote, de la poesía de Borges o de César Vallejo, o de Niebla de Unamuno, y, por supuesto, al mazazo emocional, y madurez, que implica ver los 63 capítulos de A dos metros bajo tierra. Reconozco que, sin ellos, la calidad de mi nuevo relato habría sido notablemente inferior, como también admito que, desde entonces, el paso del tiempo y mi aprendizaje vital también han contribuido a imprimir una profundización psicológica, una hondura emocional y unas reflexiones mayores.
Sin lugar a dudas, el mayor reto, junto a la expresión, a cuidar la forma del relato, a ofrecer una narrativa ágil y fresca, ha sido el rehuir de los tópicos, del sentimentalismo barato, la lágrima fácil y de esas expresiones gastadas. La afectación y el dramatismo de culebrón los he apartado para proponer una lectura donde sobresalga la naturalidad, el tema de la muerte desde la crudeza, el humor negro y, a veces, desde cierta comicidad benevolente que rompa con la afectación. Ha sido bastante duro ponerme en la piel de Irene, ya que nos separan el sexo, la ciudad, las experiencias vitales y, obviamente, la muerte repentina (¿verdad?). Para darle cuerpo, me he servido de mis sentimientos, de mis problemas, de mis alegrías y de mi modo de ver la vida, pero no directamente, sino que he manipulado este material a veces para reducirlo, otras veces para retorcerlo, o para caricaturizar, o para invertirlo. Me he servido, también, de experiencias de terceras personas o de percepciones que tengo hacia ellas. En definitiva, Irene Meroño no es mi álter ego, nos parecemos en nada, pero me ha tocado ponerme en sus carnes, en su piel, pensar como pensaría ella.
En cuanto a la estructura y a los niveles textuales, iréis descubriendo sorpresas en el transcurso de los capítulos. En principio, parecerá una historia contada en primera persona, pero, más adelante, descubriréis que el relato es algo más complejo. También hallaréis pequeños homenajes a la literatura, reflexiones de crítica literaria y diversos juegos narrativos.
La extensión de los capítulos oscila entre las 1600-2000 palabras, aunque habrá un par de excepciones. En cada uno, insertaré una canción para quien le apetezca acompañar con una música afín al espíritu del capítulo. Una última cosa que quería explicar es que, al hablar de personas, establecimientos y negocios, he evitado por todos los medios utilizar un nombre que exista. Diría que no se da el caso, pero, si me equivoco, quería dejar claro que es solo una coincidencia. Evidentemente, si digo que tal personaje está escuchando Calvin Harris o viendo Águila Roja, pues hay referencias directas y conscientes, pero eso no afecta a nadie. Solo pretendo con ello darle más verosimilitud, pero, por supuesto, no hay un ataque, no daño la imagen pública de nadie en particular.
En definitiva, mañana publico el primer capítulo. Ojalá alguno se anime a leer y, si le apetece, comparte el enlace para darle mayor difusión y no escribir para el vacío.
Gracias.
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