miércoles, 5 de octubre de 2016

MÓNICA COLLADO - "Palabra de sal"


Gracias, Mónica Collado, por escribir esta novela exquisita y enhorabuena por salir victoriosa del terreno fangoso de los relatos desde la perspectiva de una voz infantil. A menudo se confunde la sensibilidad con la sensiblería. Sin embargo, Mónica Collado (Granada, 1980), ganadora  del XIX Premio de Novela Vargas Llosa, sortea el riesgo de incurrir en un tono infantiloide y ofrece una narración sobre la vida en un cortijo de Andalucía en la década de los 80. A simple vista, este planteamiento no resultará sugestivo para buena parte de los lectores: nuestra tradición literaria cuenta con numerosas obras con estas características, algunas de ellas excelentes, pero también es amplio el número de narraciones que incurren en escenas manidas, poco originales, escritas desde la afectación y desde una nostalgia empalagosa y, lo que es peor, inverosímil. Palabra de sal forma parte del primer grupo, sin lugar a dudas. Emparenta con novelas de Delibes como El camino y El príncipe destronado y con el tono de Pérez Galdós, en especial, con Miau. Ahora bien, estos valiosos precedentes no desmerecen la visión o, mejor dicho, la revisión de la infancia, puesto que la narradora es Corina, la niña protagonista que dejó de serlo, en otras palabras, desde el parapeto del tiempo pasado la narradora revisa los episodios de su infancia en el cortijo para ponerlos en orden y darles sentido, tareas consustanciales a la narración, con el fin último de definirse. 

Por esta razón, exhorto a los escépticos de las novelas con voces narrativas infantiles a que lean esta novela, pues Mónica Collado logra a través de la contención y la sugerencia superar la mera expresión del asombro, la decepción y la incomprensión de Corina niña insinuando una reflexión madura de la Corina adulta. Incluso, de haber faltado la distancia temporal entre la enunciación y los hechos referidos, Palabra de sal seguiría siendo un buen relato: la protagonista de ocho años es un personaje sólido, muy bien escrito, alejado de los estereotipos de la niña cargante de conductas insufribles. Corina, desde pequeña, adopta una posición crítica, de rebeldía bien canalizada por cuanto no asume las enseñanzas de tipo moral y las creencias de los otros sin antes enjuiciarlas. Corina presenta una madurez y una sensibilidad a lo largo de la novela elevadas respecto de su edad. Por ello, resulta apasionante descubrir junto a ella los misterios de la vida, entre ellos, el primer amor, la revelación sexual, la doble moral de los adultos, el aislamiento que padece el diferente y la sombra de la muerte: en el primer capítulo Elpidio predice la muerte cercana de un miembro de su familia. 

Desde luego, Palabra de sal no es la novela más recomendada para quien busque una lectura repleta de conflictos externos, de malos malísimos o proezas dignas de una película de acción; se trata de una novela íntima, aquí la atención está puesta en los conflictos interiores, los más devastadores, sin duda. Precisamente, en la ausencia de importantes conflictos externos se encuentra la principal diferencia con Balún Canán de la mexicana Rosario Castellanos. Ambas narraciones están próximos al bildungsroman y digo próximas, sobre todo, porque las protagonistas aún no han alcanzado la juventud, son aún niñas. Ahora bien, conviene señalar dos similitudes. Primero, en ambas novelas hay un personaje principal femenino cuyo nombre se desconoce acaso por el papel secundario de la mujer en la sociedad patriarcal: no conocemos cómo se llama la protagonista de Balún Canán y tampoco la madre de Corina. En este último caso considero que, además, hay detrás una muestra de la conexión tradicional de la mujer con la Madre Naturaleza, la que nutre y ampara. En segundo lugar, al igual que en Balún Canán y en las novelas de aprendizaje, en Palabra de sal hallamos el conflicto de una vida idealizada enfrentada a una realidad bien distinta. En Corina este conflicto no se ha resuelto, más bien, asume la existencia del conflicto y gestiona el asombro fruto de él; por ello, la novela permitiría una continuación para conocer cómo la protagonista construye y completa la formación de su identidad, de su personalidad, en la adolescencia, adaptándose al contexto, a las circunstancias de su existencias. 

Palabra de sal es una novela de personajes: aparte de Corina, la autora ofrece unos personajes entrañables como el cura, el niño rubio de la escuela del que no diré más para no destripar la trama, el cura y los hermanos de Corina, en especial, Vicente, Rosita y Carmela, que con tanto acierto contraponen la vida rural con la urbana, más libre, menos atada a los prejuicios. El cortijo así se convierte en el punto de encuentro de familiares, vecinos, etc. Dada la importancia de los personajes, es evidente el enorme cuidado con que ha trabajo los rasgos psicológicos de cada uno de ellos. Sobresale la evolución de Corina, pero esta no desdeña los aciertos en la creación del personaje del abuelo, de la madre y, por supuesto, el del padre, porque desde el principio observamos una relación tirante con la figura paterna. Una de las razones por las que agradezco a la escritora que haya escrito y publicado esta novela es su sensibilidad para captar los matices y, por supuesto, expresarlos. Aquí no hay ni buenos ni malos. Esquiva los maniqueísmos e, incluso, aquellos en los que podría haber incurrido relacionados con Corina, porque, aunque pueda parecer que adopta una posición victimista ante las diferencias con su entorno, también Corina se comporta de una manera a veces susceptible de censura. Dicho de otra manera, si la voz narrativa no recayera en Corina, es posible que otros narradores hubieran reprochado algunas acciones suyas. 

Acerca del costumbrismo, tiene una presencia especial la descripción de acciones. Los numerosos marcos costumbristas refuerzan la idea de rutina y la dificultad para escapar de ella y del destino al que podría verse abocada la niña de no ser por su actitud crítica ante la tradición y las costumbres. La descripción es abundante, pero los pasajes narrativos, también, no solo por la inclusión de relatos intercalados a la manera cervantina, sobre todo, mediante algunas estrategias de la primera parte de El Quijote, sino también por la preponderancia de lo panorámico frente a lo escénico que caracteriza a las fuentes orales. Una de las características que sobresalen en esta novela es la fuerte influencia del relato oral: son varios los personajes que relatan historias de diverso típico: el cura toma como fuente la Biblia para contar la historia de los hermanos Caín y Abelardo, hay también una muestra de literatura fantástica, etc. Aprovechando la flexibilidad de la novela para introducir en ella otros géneros, también encontramos un romance en la página 158. Ahora bien, si bien prevalecen los pasajes descriptivos y narrativos, los diálogos son clave: los momentos más emocionantes son aquellos en que los personajes toman la palabra; la predicción de Elpidio es la piedra angular de la novela por cuanto trastoca la infancia feliz de la protagonista en la inconsciencia, etc. Me atrevería a decir que subyace una reflexión sobre el poder de la palabra, pues la incapacidad de la niña para definirse a sí misma y los problemas que la acucian impide una comprensión completa del mundo que se abre a ella, lo que genera más conflicto. Como botón de muestra, experimenta el enamoramiento, pero, incapaz de reconocerlo y de llamarlo por su nombre, sufre. Asimismo, el constante diálogo entre los personajes permite un conocimiento de sí mismos mayor.

En cuanto al estilo, destaco la generosidad de Mónica Collado: en ningún momento olvida que lo principal son los personajes y, en general, la novela. Como consecuencia, sus esfuerzos se concentran en contar, no en hacer gala de erudición, porque esta novela no lo necesita y, gracias a ello, queda patente la maestría de esta escritora porque se agradece mucho su pluma con un tono sobrio, muy alejado de estridencias, tiene un estilo sencillo, preciso y conciso. Sabe escoge el adjetivo adecuado. A algunos les podrá resultar fútil la cuestión de los adjetivos, pero Palabra de sal gana mucho por el excelente uso de la adjetivación que crea un sabor literario estupendo sin abusar la metáfora. Cualquier párrafo ilustra la riqueza léxica y la adjetivación certera y capaz de emocionar no por su afectación, sino por la concisión. Asimismo, mismo hay espacio para el humor. Ilustra estos las palabras del abuelo cuando Corina jugaba con sus muñecas, que "estaban tuertas, mancas o eran tiesas y corpulentas" (COLLADO, 2015, p. 137): «"Tú no tienes muñecas, hija. Tú tienes la corte de los Milagros. Te falta el jorobado para completar el historial"» (p. 137).

Antes de acabar, me gustaría dejar claro que más allá de las virtudes formales de esta novela, la principal fortaleza de Palabra de sal reside en la capacidad que tiene para retrotraer al lector a su infancia e, incluso, aunque no viviera los años 80, como es mi caso: aun así, la autora evoca una realidad conocida, pero vista desde una mirada distinta, evocada con frescura. Es un reencuentro con nuestra infancia y nuestros orígenes, para entendernos en las sucesiones de nosotros mismos. El formato físico también está cuidado; la portada recoge la esencia del libro. Confieso que esta reseña ha sido complicada porque no encuentro nada reprochable: cualquier cambio hubiera supuesto parecerse a otra novela, me gusta así como es, aunque reconozco que habría disfrutado mucho de la novela -no sé si más aún, porque ha sido un placer auténtico- si hubiera profundizado en los distintos misterios de la vida. Pero, como digo, nada reprochable. La puntúo con un ocho y medio no por encontrar defectos, sino, porque al situarla en la tradición literaria, creo que sería excesivo calificarla con una nota más alta: el sobresaliente lo reservo para obras más arriesgadas, con una voluntad rupturista, porque no pierdo de vista el criterio de la relevancia, aspecto que, en las últimas reseñas literarias, tengo mucho más en cuenta. De hecho, a algunas anteriores debería revisarles la nota y rectificarla a la baja.

En definitiva, Palabra de sal es una novela excelente, recomendable para quienes busquen una narrativa donde lo importante sea contar, un relato tradicional que revise la infancia para comprender mejor el mundo de los adultos. El estilo de la autora, que evita preciosismos y apuesta por una concisión que emociona y una adjetivación digna de encomio, aúpa la historia de Corina al grupo de libros que demuestran que los niños protagonistas no tienen por qué ser incompatibles con la buena literatura y que no confunden sensibilidad con sensiblería y, por supuesto, la aúpan a la lista de libros que merecen ser leídos.

Bibliografía:
-COLLADO, Mónica (2015). Palabra de sal. Barcelona: Tropo Editores.
-LÓPEZ, Manuel (2013). "Bildungsroman. Historias para crecer". Tejuelo, nº 18 (2013), págs. 62-75. 

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