viernes, 12 de agosto de 2016

SARA MESA – "Cicatriz"


Si algo queda claro una vez leída esta novela, es que Sara Mesa promete y cumple. Es más que una promesa, a juzgar por Cicatriz. La historia cuenta la asfixiante relación entre Sonia y un tal Knut que conoció en un foro, que la acosa sirviéndose de su vanidad y su debilidad y del que recibe regalos cada vez más caros, más voluminosos y más íntimos. En sus casi doscientas páginas reflexiona acerca del anonimato en la red, de las relaciones tóxicas, el consumismo desmesurado y los robos en grandes superficies, pilares todos ellos de la trama.

Cicatriz resulta una novela sólida y atemporal, lo cual es de agradecer pues su autora reduce al máximo las menciones a la tecnología, no abusa de ellas. Así la autora evita que la novela resulte obsoleta en unos años, como resultado de la evolución de la tecnología. Cicatriz no caducará rápido.

No cabe duda de que la trama en manos de otra pluma, sin la destreza de Sara Mesa, sin su dominio tan admirable de la técnica, habría perdido en interés, en solvencia. Por ello, celebro la concisión y la reducción del número de personajes, de los espacios y, sobre todo, del lenguaje (en Cicatriz no tienen cabida la retórica vacua y el preciosismo lingüístico) de manera que la historia va al grano. Como resultado, expresa mejor la angustia, la atmósfera asfixiante, de la novela. De hecho, recuerda al tono sobrio, afilado, industrial, frío y aun así embriagador de 1984 y, en general, de las novelas distópicas aunque Cicatriz no pertenezca a este género. Ahora bien, con la ayuda de la primera persona como voz narrativa Sara Mesa, aun por medio del lenguaje cortante y frío, logra que los lectores empaticen con la protagonista.

Quisiera, además, mencionar la magistral caracterización de los personajes y la fuerza expresiva de la acumulación de objetos en la vivienda de la protagonista, recurso clave en Las sillas de Ionesco, con el mismo propósito, esto es, generar agobio y un ambiente tenso y asfixiante en el público. Un acierto incuestionable, sin lugar a dudas. También sobresalen las distintas situaciones eróticas, mejor dicho, morbosas o fetichistas, sugeridas. Esta tensión sexual no resuelta acrecienta la tensión dramática.

Quizá más discutible sean los saltos temporales. La dislocación del orden cronológico resulta acertada por cuanto refleja la incapacidad para ordenar los sentimientos de la protagonista, para tomar el control de su vida y, además, para acrecentar la angustia y el desconcierto y mantener el interés en el lector. A priori sería positivo; sin embargo, al anticipar escenas cada vez más peligrosas y más amenazantes la percepción de esto resulta menos intensa, incluso plana, cuando se desarrollan con plenitud. Desde luego, la cuestión no es fácil de resolver: una narración lineal habría restado fuerza expresiva a la historia pero esto hubiera evidenciado mejor la tensión ascendente de la historia, la progresión hacia el clímax. Los saltos temporales, a mi parecer, exigen alguna escena memorable, más efectiva, con mayor impacto que las que conforman Cicatriz. En cualquier caso, es una novela que promete y cumple, que merece ser leída y que, desde luego, nos obliga a temer muy en cuenta las próximas obras de Sara Mesa.

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