Los
límites de la novela contemporánea nunca han estado demasiado
definidos; de hecho, debido a la estructura de este género, móvil,
no cristalizado y en continua evolución, tal y como señala Bajtin,
la novela se erige como un género abarcador de otros géneros. Por
ello, a nadie le desconcierta que Contra natura presente
elementos del texto ensayístico. El autor santanderino no escribe un
ensayo, ojo, pero tampoco una novela al uso. En sus más de
quinientas páginas aborda diversas maneras de vivir la
homosexualidad, sin embargo, no por ello estamos ante literatura LGTB
(si acaso podemos afirmar que existe tal subgénero: lo literario
parte siempre, a mi parecer, de lo particular, de lo concreto, y
proyecta lo universal, o sea, la condición humana), sino ante una
literatura sobre la superficialidad, la frivolidad y el compromiso.
Asesinatos,
suicidios, celos, venganzas y sexo desenfrenado y nada convencional
quiebran el carácter introspectivo e intimista de los cincuenta
capítulos. Si bien funcionan estos elementos de la trama como
estímulos para continuar leyendo, como descansos entre párrafos que
destilan complejidad sintáctica, referencias intertextuales (tanto
implícitas como explícitas, como La voluntad de poder de
Nietzche, Semónides de Samos o Le Deuxième sexe de Simone de
Beauvoir) y digresiones de Pombo, a veces más interesado, al
parecer, por plasmar sus reflexiones filosóficas sobre la realidad
gay y sobre la superficialidad que en alimentar la trama novelesca.
En efecto, habría ganado en interés y en empaque de haberse
desarrollado con la mitad de páginas, puesto que la trama se reduce
a cómo la inteligencia y la vanidad de Javier Salazar, un editor gay
jubilado, influye y subyuga los deseos del joven y atlético Ramón
Durán, generoso, inocente y con una única baza: su cuerpo musculado
para atraer, así como a Juanjo Garnacho, un entrenador de fútbol
hortera capaz de convertir la relación de estos “en un peligroso
campo sembrado de minas, calculado para que todo salte por los
aires”, como bien expresa la contraportada de la novela. Una pieza
fundamental es Paco Allende, un profesor maduro cuyas acciones son
fruto del conflicto entre la ética y el placer egoísta. Otras
piezas fundamentales de la novela son Chipri, Emilia, Carlos, etc.
Con
el fin de no desvelar los entresijos de la trama y evitar los
destripes, paso a valorar la caracterización de los
personajes. Si hay un acierto en este aspecto, este es el cinismo,
los comentarios malintencionados y el humor ácido de Salazar. Se
echa en falta un mayor despliegue de esa capacidad de hacer saltar
por los aires la armonía por parte del personaje, pero lo cierto es
que Álvaro Pombo los sitúa en los momentos apropiados y así
consigue que la atención del lector se mantenga, aunque la falta de grandes revulsivos y su tono demasiado lineal conducen a una prosa algo plana. Al igual que Salazar, los demás personajes masculinos
(Juanjo, Ramón y Allende) son fácilmente reconocibles: su personalidad están bien
descritos y conocemos sus motivaciones. Sin embargo, sus diálogos
adolecen de artificiosidad y no logran que el lector distinga unos personajes de
otros a través de los usos lingüísticos de cada uno.
Asimismo,
el estilo del discurso del narrador poco dista del estilo de los
personajes. Con todo, esto en algunos casos se justifica por el
multiperspectivismo, esto es, se relatan los hechos, los sentimientos
y los pensamientos de los personajes desde la perspectiva de cada uno
de los personajes, perspectiva que se va alternando continuamente.
Dado este complejo multiperspectivístico, Álvaro Pombo, o más bien
el narrador de esta historia, —del cual me atrevería a decir que es
un yo desdoblado del autor basándome en el innecesario
epílogo— podría haber aprovechado esto para objetivar la novela,
esto es, para ocultarse y no tomar partido por los personajes. En
cambio, Pombo va más allá de las intromisiones de Pérez Galdós en
sus narraciones y salpica la novela con su particular visión del
mundo. Baste mencionar el caso de la página 264: “Ser maricón era
un sambenito en aquel entonces, e incluso pensar que un amigo nuestro
era maricón como nosotros mismos tenía un componente de agresión
larvada”. Aunque sin llegar a la nitidez de Javier Marías en Negra
espalda del tiempo, novela donde los elementos del ensayo
predominan frente a los puramente narrativos creando un texto con un
claro hibridismo, Contra natura parece alternar una voz
ensayística (escribe Pombo desde el yo, ofrece reflexiones
filosóficas propias y referencias de filósofos como Spinoza, etc.)
con otra voz narrativa.
Aparte
de esta relación con el ensayo y de unos personajes bien modelados,
aunque sus voces poco creíbles resulten, cabe señalar el dominio de
la sintaxis, aspecto sobreentendido para un miembro de la Real
Academia Española, como lo es él desde diciembre de 2003. Este
dominio lo capacita a crear oraciones insólitas, con construcciones
sintácticas fuera de lo común, arriesgadas y al borde de la
inaceptabilidad, si bien respetuosas con la gramática. He aquí un
ejemplo: “Por fuerza tiene a ti pena que darte este mi no poder
sentir placer apenas, esto tiene que apenarte a ti bastante porque tú
eres tierno y hermoso y justo y bello, Ramonín”. Como veis en un
diálogo, encontramos una oración muy próxima al traductor de
Google. Acierto o no de Álvaro Pombo, esta disposición de la
sintaxis, en cierto modo caprichosa y retórica, puede responder al
propósito del autor por apuntar la frivolidad de la sociedad.
Antes
de concluir, quisiera mencionar el contraste abismal entre la fina
ironía y la vulgaridad de las escenas sexuales. En la página 330
leemos “Es insaciable Salazar en esto: quiere saber quién se
agachó primero, si se dieron mutuamente por el culo o sólo uno y
quién, y cuánto duró la penetración y si sacó la polla
excrementada, o no, del culo de Durán”. Y hay líneas mucho más
explícitas. ¿Era necesario? No lo creo. Tengo la impresión de que o
bien quería contentar al público homosexual mediante estos pasajes
de novela erótica gay o bien quería resultar transgresor. Tampoco
descarto que simplemente pretendiera mostrar con crudeza las
relaciones homosexuales del mismo modo que muestra otros aspectos
de la condición humana sin reparos, con una autenticidad conmovedora
y dolorosa. Personalmente, al tratarse de la primera vez que leo
pasajes de importante carga sexual entre hombres, me ha resultado
curioso, como también me ocurrió al descubrir la realidad del mundo colonial africano en las novelas de Chinua
Achebe. Curioso sí, pero
también repetitivo. No es por un beatismo hipócrita, pero estoy
convencido de que las investigaciones policiales y los flashbacks
habrían resultado más provechosos para los lectores, pues es una
pena que se esbocen avistando un giro hacia la novela policíaca y,
luego, resulten anecdóticos, por el número de páginas destinadas a
estos son poco relevantes para la progresión argumental y el
desenlace de la novela, previsible.
Sin
lugar a dudas, Contra natura es una buena novela para acceder
al mundo novelesco de Álvaro Pombo dado que el autor consigue que
sus bien definidos personajes, sus salidas de tono y los escarceos
hacia la novela policial permitan al lector mantener el interés, lo
cual debe mucho al multiperspectivismo y a los saltos espaciales y
temporales, y no confundir al lector. No obstante, debido a la
obscenidad a ratos gratuita, la prosa a veces plana, los diálogos
poco veristas y más páginas de las necesarias para este argumento,
es muy probable que esta obra no se encuentre entre lo más granado
del autor y que convenga considerarla no tanto como una novela
memorable, sino como una buena novela para descubrir a su autor y a
su todas luces maestría narrativa y a su habilidad para introducir
lo ensayístico, de largo lo mejor del volumen, en la novela.
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