martes, 14 de octubre de 2014

Lqsa 8x01 (Crítica): «Un hombre salvaje, una vieja maldita y un fantasma chupando un caramelo»

Ayer lunes regresó La que se avecina a Telecinco. Con esta nueva temporada ya van ocho y lo cierto es que, a pesar de su trayectoria irregular, ha vuelto con frescura y arrasando en audiencias. Según FormulaTV, consiguió 25,6% y casi cuatro millones y medio de espectadores. 

La serie se estrenó en 2007 con éxito, sobre todo, gracias a las expectativas puestas en los sus creadores, responsables también de Aquí no hay quien viva, pero justamente su primera comedia, emitida en Antena 3, ensombreció el proyecto hasta tal punto que en la segunda temporada, pese a tener los guiones más trabajados de la serie hasta hoy, las voces de una posible cancelación cada vez sonaban con más fuerza. No fue hasta la tercera temporada cuando La que se avecina adquirió su seña de identidad, basada principalmente en lo absurdo y esperpéntico. Fundamentales fueron las incorporaciones de Cristina Castaño y Antonia San Juan, grandes actrices que interpretaron a la psicóloga Judith y a la exvedette, borracha y libertina Estela Reynolds, y, por supuesto, los cambios en los personajes. Amador, por ejemplo, pasó de ser un pijo aburguesado, responsable y con cierta formación a un gañan, inculto e infantil. 

Para mí las tres primeras temporadas son las más "puras"; en cambio, las siguientes están muy influenciadas en lo que triunfó y suelen repetir los mismos esquemas ahora desgastados. Aunque la cuarta me gustó, me desagradó que la comedia perdiera coralidad, a favor del protagonismo absoluto de Antonio Recio, un Amador Rivas cargante y pesado y una Estela Reynolds algo gritona. En cuanto a la quinta, en la que se incorporó Amparo Valle como madre de Amador (¡gran acierto!) y María Casal, como novia de Araceli (con indiferencia en esta caso), regresó la coralidad, la cual culminó en la séptima temporada, la mejor hasta la fecha, junto con la tercera. ¿Y la sexta? Pues la sexta tanda destacó por las grandes intenciones, la llegada de Fermín Trujillo, el padre de Lola, y la vuelta de Estela en el último capítulo, sin embargo, me deja un sabor amargo. Demasiadas pretensiones y escasos aciertos.


Respecto al capítulo de ayer y primero de la temporada, Un hombre salvaje, una vieja maldita y un fantasma chupando un caramelo, dejó muy buen sabor de boca, si bien algunos defectos persisten y se convierten en un lastre que, con algunas dosis de riesgo y de originalidad, se solventarían.

El primer tercio del capítulo fue lento, falto de ritmo y con regusto a ya visto. Ante este problema no contribuye nada la repetición constante de las coletillas y las frases célebres de los personajes y el carácter plano de los personajes. Es decir, ¿cómo es posible que siga igual el matrimonio de los Recio? Enrique Pastor sigue siendo el mismo calzonazos sumiso, antes al alcalde, ahora a la alcaldesa; Judith sigue buscando a la desesperada un novio, en esta ocasión, Javi; este, por cierto, sigue igual de huevón... En efecto, sus perfiles siguen intactos, excepto Coque que parece que se va a rebelar contra los abusos de los vecinos. Querría destacar el trabajo de la talentosa y mítica Verónica Forqué con su nuevo papel de alcaldesa, una parodia feroz de Ana Botella con su relaxing paella y su paella popular. Plausible es también el momento en que no sabía cómo salir de su propio ayuntamiento.

De las tramas, eché en falta una trama coral. En lugar de esto, los hermanos Caballero y los demás guionistas nos ofrecieron pequeñas tramas para todos los personajes, salvo para Coque, Vicente, Nines y Raquel (los de siempre). Pero, como de costumbre, encontramos tres tramas principales. 

La primera, la del "hombre salvaje", en la que participaron Amador, Maite, La Chusa y los minicuquis, me pareció decente, aunque no brilló. En ella vimos cómo Amador abandona su condición de "bosquehumano" y vuelve a la civilización (magistral el plano subjetivo cuando todos lo miran con cara de asco y pánico), cómo tropieza con La Chusa, toxicómana y prostituta, en sus primeros horas como mendigo y cómo encuentra a sus hijos. Tuvo grandes momentos: Paz Padilla, encarnado a la toxicómana, mea detrás del coche de Rebeca y, luego, esta junto con la familia Rivas la dejan tirada en la calle, al irse sin ella, o cuando esta y Amador entran a la casa de la familia de acogida de sus hijos. Por cierto, Paz ya no es un cameo, sino que aparecerá en buena parte de la temporada, algo que todavía no sé si agradecer o maldecir.

La segunda, la de la "vieja maldita", me pareció estupenda y más aún con la incorporación de Petra Martínez, una gran actriz que admiro y que derrocha talento y comicidad en cada escena. Su personaje, Fina Palomares, es absolutamente extremo: una vieja cotilla, malvada, capaz de todo –incluso de autolesionarse–, mandona, gruñona, convencida de que todos conspiran contra ella... Está claro que está relacionada con el moroso, de hecho, vive en el 2ºC. Ojalá que el personaje cuaje y tengamos a Petra por mucho tiempo. Con todo, reconozco que a algunos no les agradará su papel, ya que más que gracia provoca miedo, por lo que intuye algunos espectadores, esa mezcla tan extraña como explosiva, no sabrán apreciar su rol. Su trama en el 8x01 se basa en el conflicto con Antonio Recio, quien va a su portal a quejarse porque ella mueve los muebles y pasa el aspirador por la noche, y con Berta Escobar, quien recibe de ella insultos, amenazas y desprecio, cuando la hipócrita cristiana no deseaba otra cosa que ser cordial con ella. Por cierto, gran momento cuando a Berta se le cae por las escaleras el bizcocho que le había preparado a la vieja.

Por último, tenemos la magistral trama del "fantasma chupando un caramelo". De resultas de un temido embargo y de la imposibilidad de pagar dos hipotecas, Javi decide vender el piso y, pronto, encuentra compradores: una pareja gay entrada en años, un perfil sin duda muy poco habitual en nuestra televisión y que rompe tópicos. Sin embargo, la sorpresa de Javi es mayúscula cuando descubre que Fermín, su suegro, ya se lo ha alquilado a una pareja joven. Así pues, como no puede incumplir el contrato, el padre de Lola intenta echarlos diciéndoles que la casa está encantada. A partir de este momento se suceden momentos desternillantes: la invocación del demonio, el vampiricántropo, con la bombilla del ojo derecho fundida, asomado en la ventana o cayéndose en el comedor tras "comerse" la mesa, el encuentro de Juanjo, interpretado por Juan Díaz, que ya participó en Aquí no hay quien viva, con el fantasma de la casa, o, más bien, con la madre de uno de los gais. O incluso, destacaría las caras de Cristina Castaño o Judith, como queráis, cuando escucha todos los disparates de la casa encantada. Por cierto, temo que las tramas de esta en la octava temporada se resuman en líos amorosos, porque Cristina tiene un talento y una gracia asombrosos como para reducirla a una pesada que se arrastra por un hombre. 

Resumiendo, aunque con siete temporadas a la espalda LQSA necesita tomar más riesgos e innovar, la octava tanda de episodios se ha inaugurado con un capítulo fresco, desternillante y con un guión trabajado. Además, la pareja joven, la pareja gay, la madre de uno de los gais, la nueva alcaldesa, y el habitual buen hacer del resto del reparto han sido grandes alicientes para no perderse el próximo capítulo.

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