Continúo publicando mis reseñas literarias. Como lo prometido es duda, esta vez es el turno para Misión Olvido, y en unos días subiré la de Cien años de soledad, un libro tan magnífico como conocido por todos, pero con el que es un placer regresar a Macondo de en vez en cuando.
MISIÓN OLVIDO - MARÍA DUEÑAS
Antes de comenzar mi crítica hacia la segunda novela de María Dueñas, quería aprovechar para recomendar a todo aquel que quiera leerla que lo haga sin expectativas, sin compararla con El tiempo entre costuras, y que luego, una vez leída, reflexione y la juzgue. A pesar de que la compré una semana más tarde de su publicación (28 de agosto de 2012), han tenido que pasar casi doce meses para tomarla con firmeza y leer esas 500 páginas. Las críticas hacia Misión Olvido poseen, en su mayoría, una tendencia a menospreciar su último trabajo y los argumentos son claros: al libro le sobran páginas, es demasiado largo para un argumento flojo, personajes planos, el planteamiento del libro no queda claro hasta la recta final, etc. Obviamente esta percepción viene determinada, en una proporción importante, por los lectores, ya que muchos esperaban tal vez una línea continuista en la narrativa de Dueñas, muchos esperaban incluso encontrar una nueva Sira Quiroga en el cuerpo de Blanca Perea, y quizá no muchos hemos recorrido con pasión y con confianza en la autora las páginas que, después de un arduo esfuerzo y meses y meses de investigación, de redacción y del resto de tareas por las que una novela debe pasar hasta constituirse y publicarse como tal, ella, la escritora, nos ha ofrecido.
No obstante, y aunque las comparaciones sean poco, o nada, recomendables, no me puedo resistir a mencionar ciertas diferencias con su predecesora, El tiempo entre costuras. El primer libro me fascinó completamente, caí rendido ante la rotundidad de la prosa de la autora, su estilo directo y dinámico, y ante unos personajes y una trama curiosos y complejos. Sin embargo, a día de hoy, y dos años después de leerla, le hallo un cierto tufillo a novela folletinesca, y la considero, además, muy “comercial”, término cuyo empleo no me gusta, pero que, pese a todo, define la sensación que me transmite esa enorme variedad de géneros, y de subtramas, que, sin duda alguna, busca el beneplácito del mayor número de público posible atrevidamente. Ésta es la gran pega que le pongo al libro, pero, aun así, no puedo negar que la grandeza de la prosa y el estilo de Dueñas es inmenso, lo que permite pasar por alto su afán desbordado por gustar a todo el mundo.
De todos modos, esta vez no toca opinar sobre El Tiempo entre Costuras, sino por la segunda novela de la murciana, aunque nacida en Ciudad Real, María Dueñas. Misión Olvido, su título, contrasta enormemente con los extensos títulos de las últimas novedades editoriales, algo que me gusta. Concisión, economía lingüística, misterio. ¿Se puede pedir más? El planteamiento es simple: una profesora de universidad se marcha a California tras recibir una beca para clasificar el legado de un viejo profesor. Una tarea poco alentadora, pero efectiva para conseguir su objetivo: olvidar o cicatrizar las heridas que la noticia de que su marido la ha abandonado por una mujer más joven y más guapa, y embarazada de él. Allí intentará ordenar sus ideas y reconstruirse, incluso aun teniendo que dejar al otro lado del charco a sus padres, a su hermana y a sus hijos veinteañeros, cada vez más independientes. No obstante, en su nueva ubicación no lo tendrá nada fácil: tendrá que lidiar con situaciones complejas, personajes cuyo pasado intentan ocultar y manifestaciones contra la construcción de un centro comercial en un paraje donde jóvenes, adultos y ancianos han pasado y quieren seguir pasando momentos entrañables de sus vidas.
Ante todo, tengo que reconocer mi admiración por la escritora ya que no abusa de escenarios manidos, pues es inusual en la literatura en español la temática de las misiones de los franciscanos en California, en Misión Olvido, o de cómo vivían algunos españoles en Túnez, en su predecesora. También valoro su gran investigación para dotar a sus textos de una envidiable verosimilitud y sin caer en errores históricos. Con todo, sí que es cierto que en su segunda obra parece que la bibliografía consultada ha sido más escueta, un dato no del todo negativo, ya que en El tiempo entre Costuras había algún capítulo que parecía un fragmento de un libro de historia, pero aun así he echado en falta una mayor profundidad en el tema de los franciscanos. Y, del mismo modo en que adoro el empeño de la escritora en recrear escenarios inusitados y totalmente desconocidos por mí, también he de mencionar mi desagrado respecto al empleo de tópicos tan trillados como la mujer dolida por culpa de un marido que se marcha con otra chica más joven, o como la situación en la que dos hombres luchan por conquistar a la misma mujer.
Pero, la gran baza de María Dueñas está en cómo traza el perfil de los personajes, sobre todo, el de Daniel Carter. Mientras leía, parecía que de un momento a otro Daniel, la abuela de Aurora o Antonia iban a salir de las páginas del libro. Y, la escritora lo sabe y aprovecha, por suerte, para ofrecernos unos personajes tremendamente realistas, a pesar de que su procedencia se circunscriba al mundo ficcional. Y me atrevería a decir que incluso en este aspecto ha mejorado la autora respecto a su primera novela, pues tal vez ha sido consciente que lo que en su nueva obra lo más valioso (¡y qué valioso!) es su pasmosa facilidad para escudriñar el alma humana con unos personajes que, si bien no protagonizan en esta novela grandes hazañas, grandes acciones, consiguen avivar la curiosidad del lector y les empuja a leer sin parar.
La mejor historia está siempre por vivir. Este es el lema de este libro, la moraleja que nos aporta María Dueñas, y el pensamiento cargado de positividad que toda persona debería tener cerca, aunque tal vez utilizado como una eficaz estrategia de marketing para persuadir a los lectores de su primera novela de que la segunda es mucho mejor, y ya de paso, si nos les gustara esta nueva, que el futuro tercer libro de la escritora será mejor. De todos modos, el mensaje me gusta, entonces por qué pensar mal. Misión Olvido es un canto por la reconstrucción personal, por las segundas oportunidades, y un remedio contra la nostalgia. Cualquier tiempo pasado fue mejor, de eso nada, debió de pensar la escritora. Sin embargo, sí que encuentro retales del pasado en este libro, algo lógico, pues tal y como, todo (futuro) filólogo hispánico debe saber, la tradición literaria existe y rehuir de ella sería de imbéciles. Eso lo sabe muy bien nuestra admirada escritora, y así pues nos ofrece unos cuantos fragmentos al más puro estilo de Dickens en la infancia y adolescencia de Daniel Carter, así como el olor de la fantástica prosa de Miau de Benito Pérez Galdós. Asimismo, la narración tiene momentos memorables como la visita a la fábrica de ketchup donde trabajaba Carter con los tres profesores más rezagados, su nochevieja en la Puerta del Sol, sus quebraderos de cabeza por Aurora, la fiesta entre americanos y españoles, la fiesta de acción de gracias o las intervenciones de Nana
En cuanto al estilo, se caracteriza por una prosa vibrante, un vocabulario adecuado, sin florituras innecesarias, sin vicios (solo puedo destacar el uso relativamente frecuente de la familia léxica de adusto o del calificativo trasnochado). Cabe destacar las metáforas e imágenes con las que consigue que el lector empatice con los personajes, que saboree cada palabra y que palpe con placer las aptitudes literarias de la escritora. De hecho, para mí Dueñas con su narrativa es un gran referente, un modelo que cualquier escritor debería seguir. A diferencia de su anterior novela, esta gana por goleada en naturalidad y claridad, pero pierde un porcentaje importante de figuras retóricas, de giros literarios que en este ocasión se hallan con una densidad un tanto menor.
Antes de concluir mi análisis, me gustaría señalar el mayor error de Misión Olvido, y no. No me refiero a que el desenlace fuera algo previsible quedando unas 120 páginas para terminar, a pesar de unos cuantos giros argumentales bastantes interesantes como, por ejemplo, el de Darla Stern. Me refiero al perfil de Blanca Perea, que al ser tan similar al de la propia escritora, en mi mente siempre me imagino las pericipecias que relata el texto sobre Blanca con el rostro y el cuerpo de la escritora, lo que en ocasiones se convierte en un obstáculo para lograr ese propósito que muchos lectores buscan: la evasión. Entonces, al imaginar las vicisitudes del alter ego de Dueñas, me sentía demasiado consciente del acto de lectura, de que la historia no era real, sino una pura invención. Ante esto, que las cartas o textos de Fontana, Carter o Rosalía, redactados con otra tipografía, casi siempre emulando que fueron escritos a mano, no fueran muy legibles es pecata minuta.
En resumen, Misión Olvido es una obra completamente recomendable y entrañable, en la que no se necesita mucha acción para cautivar al lector, sino más bien la humanidad de los personajes, tan bien reflejada y descrita por Dueñas. Quizá el público en general prefiera la anterior, pero esta última es más auténtica, a mi parecer, más intimista, más humana. Sus imperfecciones la hacen más perfecta. Ahora queda esperar que en su próxima dosis de excelente narrativa vuelva a repetir su axioma: la mejor historia está siempre por escribir.
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