Cada persona es un color, o mejor dicho, una tonalidad distinta e irrepetible. La humanidad es, entonces, una combinación de matices cromáticos. Por desgracia, muchas veces nos empeñamos en reducir esta riqueza en una pobre gama de colores limitada al azul, magenta, amarillo, blanco o negro. Otros presumirán de añadir los colores del arco iris a esta lista. Sin embargo, las buenas intenciones se quedan en eso, en "intenciones", pues si contamos bien existen más de doce mil millones de colores de matices. Entonces, ¿por qué arrasar con tanta riqueza, con tanta variedad cromática? Según la experiencia y la capacidad de observación, somos conscientes de que las imágenes en color ganan mucho frente a una triste fotografía en blanco y negro, donde lo único resaltable es la variación en la intensidad del negro.
La vida está llena de color (o colores, para ser más exactos). Pero, en los círculos más íntimos, en la interacción entre dos personas, también confluyen los colores, las sensaciones, las emociones... Y, esa confluencia de tonalidades sólo la conocen esas dos personas. Entonces, de ellas, como colores que son, brota un nuevo color, una sensación que exclusivamente ellas son capaces de describir, porque son nada más y nada menos que los protagonistas de esa nueva coloración. Algunas veces, ese matiz de color se traduce en odio, insultos o agresiones; otras, en amor, caricias o complicidad. Sea como sea, lo importante es que tú decidas y te dejes llevar por lo que sientas con el resultado de esa tan colorida mezcla, que nadie te aconseje nada, porque, como dice el dicho, "para gustos los colores". Asimismo, cada persona ve la realidad a su manera. De ahí, surge la "controversia" de si el verde azulado es más verde que azul (o viceversa), o la de si el anaranjado es más amarillo que naranja. Cada individuo se decanta por una opción, pero al final eres tú quien debe sentir a tu manera, quien has de actuar y dejarte llevar por lo que percibes, por lo que te gusta. Tampoco podemos olvidar que en este juego cromático influye la luz, pues ¿acaso unos guantes verdes siguen siendo verdes en la oscuridad?, ¿no es verdad que, dependiendo de si la luz es blanca, amarilla o azulada, los colores de los objetos se perciben con matices distintos?
El devenir de la existencia, el paso de los años es un taller de chapa y pintura: consigue que lo que te hacía enrojecer deje de hacerlo, o que lo que te ponía negro/a ya no lo haga... Pero, por desgracia, el tiempo jamás logrará que aquellos que te ponían verde abandonen ese vicio. No obstante, con la edad uno advierte que esto se debe simplemente a que éstos continúan anclados en el pasado y se niegan a ver que las personas cambian, que lo que ayer era blanco (si es que alguna vez lo fue), hoy es negro. Pero, tampoco hay que obsesionarse en cómo te pinten los demás en su mente. Al fin y al cabo, cada uno ve la realidad desde sus propios ojos (algunos con más dioptrías que otros). Así que lo mejor es que colorees tu vida como te guste a ti, con los que colores que tú quieras, sin dejarte influir por los otros, porque, en realidad, sólo tú puedes elegir cómo, cuándo y con quién pintar tu vida, una vida que sólo a ti te pertenece.
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