miércoles, 31 de diciembre de 2014


Un año más al que decir adiós con el gozo engalanado de los grandes acontecimientos y con la angustia, sin embargo, por aproximarnos un poco más a la última cena, la última de verdad, la muerte. Setenta y siete Nocheviejas en la espalda de Manuela y una por delante, con tantas posibilidades como las que ofrece un papel en blanco, pero, tal vez, acabe con el final más previsible.

Nueve son los comensales para los que cocina –el gato se excluye del cómputo–. Marisco fresco, gambas de Huelva, grandes reservas, varias bandejas de dulces navideños y otros alimentos. Adecentada la casa, prepara la mesa: los bordados dorados de la cristalería, los cubiertos de plata y la vajilla cara desfilan por el mantel beige con troquelados y a juego con las servilletas.

Hace tiempo que Manuela no recibe en casa a toda su tropa, así que interrumpir las labores culinarias para recibirla no es un suplicio sino un ritual para disfrutar de una de sus últimas Nocheviejas o, quién sabe, de la última. Besos, abrazos descomunales y lágrimas disimuladas.

Ella preside la mesa. A su derecha, están la hermana, sus dos hijos varones y una nuera; a la izquierda, el marido, la nieta, la hija y su novio. Los invita a degustar la cena que ha preparado durante días, quizá semanas, quizá meses.

«Nerea, déjate el móvil y come gambas. Ojalá me dedicaras algo del tiempo que le dedicas a ese tal Abraham que canta, que solo vienes una vez al año a verme y porque te doy el aguinaldo», se dirige a su nieta.

«Hijo, no me mires así. Nunca me visitas y, claro, para tu hija su abuela es una desconocida. Deberías traérmela para que yo la eduque, mírala: no se despega del teléfono, grita y te chantajea. ¡Ay! Si fuera mi hija, la encarrilaba. Pero tú diciendo que la vida ha cambiado. Tonterías», le reprocha a su hijo Juan.

«Celia, querida nuera, ¿quieres más merluza? Coge la que quieras: total, es lo que llevas haciendo con mi Juan desde que te casaste. No te levantes, que ya te sirvo yo. Sé que eres de esas que van de liberales, de modernas, cuando son unas gandulas. Y, luego, dices que te tengo celos. ¿De qué? Al menos a mí no se me ha muerto un hijo. Si tú fueras otra, yo seguiría teniendo dos nietos», le dice.

«Han salido buenas las almejas, ¿verdad? En la olla quedan más. ¿O, hijo, ahora tampoco te gustan? De ti me espero cualquier cosa desde que me confesaste, cuarenta años después de parirte, que eres marica. Y porque me enteré por las vecinas, como un cotilleo, Javier, que si no, sigo en mi ignorancia. Yo te quiero y te acepto; lo que me duele es que no confíes en mí. ¡Que soy tu madre, joder! A veces pienso que te hiciste gay para vengarte de los bofetones que di de crío».


La felicidad recorre el cuerpo de Manuela al ver cómo los invitados devoran la comida y la conversación no flaquea.

«¡Qué poco comes, Inés! Claro es lo que tienen las actrices, el artisteo: solo comen canapés y lo sano se las refanfinfla. Muchos proyectos, muchos viajes, pero, cabecita loca, a la hora de verdad sin trabajo fijo y con un novio negro y diecisiete años más joven. ¿Y dónde tienes el reloj biológico? ¡Con cuarenta y cuatro años y sin hijos!», le espeta a su hija.

«Mamadou, menos mal que tú no eres como mi hija, que bien me comes, niño. Por cierto, te he comprado un bañador turbo. Ven a mi cuarto y te lo pruebas, que con ese pedazo de muslos negros que tienes me rompes las costuras».

«¿No pruebas los polvorones, Teresa? Tú, la favorita de nuestros padres, la guapa, la joven, la simpática y, ahora, si no fuera porque te quiero, estarías sola y muerta del asco. Te lo mereces por no guardar la herencia de tus padres y por no casarte. Olé tú, que a cada pretendiente te decías: “Yo aspiro a algo más”, y en realidad quien no valía nada eras tú y lo sabes».

«Ceferino, está en el aparador. Que me has tenido anulada como mujer, ¿quién soy, tu esposa o tu criada? Toda la vida cuidando de tus hijos y de la casa, mientras tú te ibas al bar después de currar, y yo qué, marido cojín. Tanto pensar en los demás que me he olvidado de mí, de vivir y aquí sigo. Lo dicho: si quieres anís, te levantas».

Las doce menos cuarto. Manuela reparte las uvas e impide que los invitados recojan los platos: lo que importa es dar la bienvenida al año, al que le pide que ahuyente la soledad como lo ha hecho esta Nochevieja.

El carillón, los cuartos… ¡Comienzan las campanadas! Don… Don… Don… Don… Don… Don… Don… Don… Don… Don… Don…

La duodécima uva cayó al suelo. El “¡Feliz 2015!” nunca existió en aquella casa.

Ahora viajemos a la futura Nochevieja de 2054. La misma casa, el mismo día y, de nuevo, el mismo salón. Los platos, repletos de comida –y de gusanos y bichos–, el mantel beige, los cubiertos, la olla con las almejas y todo lo demás siguen en el mismo sitio cuarenta años después. Manuela está tirada en el suelo, pero su carne no existe, pues los gusanos necrófagos la devoraron: solo hay huesos, telarañas y moscas en ese ambiente de pestilencia, de abandono y de olvido. Hay otro cadáver más: el del gato, en cuya boca está uno de los ojos de la anciana. En una estantería, una urna funeraria con una placa: “Ceferino García 1925-2009”.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Tomó aguja e hilo rojo, y pespuntó un mensaje en las bragas de la vecina. «¿Cenamos en mi casa, Sandra?», le escribió a golpe de puntadas. Impulsado por la emoción del momento, se aventuró a prescindir del dedal, para desgracia de sus dedos, que sufrieron más de treinta punzadas. Una por cada año de indecisión, una por cada año de vida. Gracias a su abuela había aprendido los entresijos de la costura, además de remendar los retales de su vida cuando la muerte apresurada de sus padres devastó su infancia. Recién licenciado en Derecho, ella murió y, desde entonces, saborea la hiel de la soledad. A sus 23 años sobrellevaba el dolor entregándose a los pleitos, mas ahora, entrado en la treintena, busca una pareja estable con la que descubrir otra versión de él mismo, la del enamorado.

Hubo mujeres dispuestas a compartir con él más que ternezas y carantoñas, pero Miguel siempre las declinaba. Con cada rechazo daba una mano de brea más a su corazón. Así no sufre, pero tampoco vive: solo respira. Y aun dejando pasar las oportunidades y pespuntando una existencia sin sobresaltos ha acabado colgado de la vecina. Se saludan en el descansillo y comparten el tendedero hasta sentir celos de su propia ropa por estar más cerca de la de ella de lo que él nunca ha podido. En verdad, entre ellos hay más distancia que los cinco metros que separan su 3ºA del 3ºC de ella. Letras, siempre frente a frente, pero siempre sin tocarse. Terminó el mensaje, colgó de nuevo las bragas en el tendedero.

Esperó impaciente. «¿Pensará que soy un pervertido o un tipo majo? ¡Madre de Dios! He hecho el ridículo de mi vida, y, ahora, ¿con qué cara salgo de casa?», pensaba. Con todo, embastó las distintas escenas de la cita, pero todas se deshilachaban. Su método resultaba demasiado cerebral como para bordar una relación. Por ello, probó planificar la escaleta de la cita con las emociones. Miró el tendedero: seguían sus cinco calzoncillos, un par de calcetines, y tres bragas de ella. «¿Qué hablabas con esa camarera?», «Mi niño guapo, espérame en el coche, que bajo en cinco minutos» o «Quieres más a tu madre que a mí, ¿verdad? Dime la verdad, si no me voy a enfadar, cari», la escuchaba decir muchas veces. Sin embargo, la semana pasada descubrió que ella volvía a estar soltera cuando tras un «tenemos que hablar» le espetó un «lo nuestro no va a ninguna parte: cortamos». Esta era su oportunidad de vivir por fin unas Navidades en compañía de una mujer y de sentir el amor.

Se dirigió al tendedero. Un calzoncillo suyo, por sorpresa, contenía un mensaje bordado. «Mejor al centro comercial 20:30», leyó en sus calzones. Se acicaló como nunca a la par que su organismo festejaba la posibilidad de darse el lote con ella. No lo reprimió: tal pasión es igual de natural como que las uñas crezcan.

Resumen de la cita: dos besos a modo de saludo en el rellano, un trayecto marcado a ratos por los silencios incómodos y a ratos por la charla atropellada, visitas a todas las tiendas, a pesar de la premisa «solo voy a mirar, no compraré nada» y un par de cubatas bien cargados en una tasca. Sandra le propuso tomarse el último en su piso; Miguel no le quedó otra que aceptar. Antes de abrir la puerta, le advirtió: «Mi ex vive conmigo. Ignóralo: no lleva bien la ruptura». A este se quedó estupefacto al sentir que incluso dentro de la boca del lobo se sentiría más cómodo.

—¡Anda, si Marcos, mi ex, está en el baño! Ven, que te lo presento.
—Sinceramente puedo esperar. No me lo quiero imaginar ahí… ¡En el váter!

No lo vio. De hecho, nunca lo había visto.

—¿Dónde está, Sandra? –preguntó incluso preocupado.

Ella señaló con el índice un oso enorme de peluche sobre el cesto de la ropa sucia.

—¡¿Tu novio era un muñeco?! ¿Un trozo de algodón?
—No, es muy parado, le falta sangre, pero ¿cómo va a ser un muñeco?
—No sé, Sandra, pero tu perro le está mordiendo la cabeza y él ni se inmuta.
—Ni me va ni me viene. Los hombres son así: prefieren morir antes que demostrar debilidad. Por cierto, ¿tienes móvil? Déjamelo.
—¿No tienes?
—El psiquiatra me lo prohíbe desde que intenté estallar con él una bomba en una gasolinera. Bueno, ¿salimos juntos?
—Sí, venga… Todo sea por una Navidad en compañía, como la de los anuncios.

Otro cuento: EN LA CUERDA FLOJA 

miércoles, 24 de diciembre de 2014


Agarra la cuerda con fuerza y con las manos frías, terriblemente frías, la sujeta con los pies y comienza la escalada. Recuerda, de inmediato, las ya lejanas clases de rope climbing. De aquellos tiempos, solo quedan los abdominales y los tríceps bien cincelados. El resto, su novia, su hija, su cuenta corriente en alza o el calor de la familia, solo habita en la memoria. Sigue subiendo con ímpetu, pese a la distancia que le separa aún del balcón. En el callejón no hay nadie y la noche le permite cuajar el hurto sin delatores. El abrigo rojo, la barba blanca y las botas negras lo convierten en un Papá Noel diferente, en un azote al consumismo, en un marxista por necesidad. Desde que la vida le dio aquel manotazo y lo despojó de todo y de todos, como si fuera una piñata golpeada por Augusto Gloop, vive de la caridad. Una caridad en tiempos de vacas flacas que no conoció más luz que la que le irradió un décimo de lotería. Una semana pidiendo limosna necesitó para comprarlo. Sin embargo, los niños de San Ildefonso cantaron otros números. Otros, tantos… Pero no ese. Le duele pensar en todo lo que contenía ese décimo, sobre su indudable valor, y en la facilidad para vaciarse, para ser solo un trozo de papel. Le duele más aún recordar que en Marta, su mujer, también vivió el mismo proceso de vaciado.

Comienza a sentir el cansancio; los dedos ya visten códigos de barras rojos, fruto de la fricción con la cuerda. Aun así, continúa con la escalada. Esta Nochebuena se parece tanto a las tres últimas que se presenta menos interesante que el poseer veinte cromos iguales. La misma soledad, la misma pobreza, idéntico dolor. Sus bolsillos vacíos le privan de señoras de compañía; su acritud, de estar en compañía de señoras. Sigue subiendo la cuerda, la agarra con más nervio, no tanto por la fuerza de sus bíceps, sino por estar a seis centímetros de la reja del balcón. Por fin, la agarra como antes ha hecho con la cuerda. Ignora al Papá Noel de tela que trepa por una miniescalera de guita.


De pronto, un niño atraviesa la calle con sus padres observa la escena.
—Papá, mamá, ¡Santa Claus está ahí, ahí, en el balcón! ¡Ya está repartiendo los regalos! –exclama fascinado.
—Marcos, hijo, es solo un muñeco de tela.
—Pues lo mismo que tú para mamá.
—Marcos, Marcos –le propina su madre un pescozón–, ¿quieres que volvamos a casa y te dejemos allí y papá y yo nos vamos a casa de la abuelita? Pues, cremallera.
—Papi, de verdad, que acabo de ver a Papá Noel…
—¡Marcos, que es un muñeco! ¡Si en casa también tenemos uno! Laura –se dirige ahora a su esposa–, ¿para qué fumaste porros en el embarazo? Ya te lo dije, que el crío nos salía tonto, como tu padre.

El Papá Noel ladronzuelo y desdichado se camufló detrás del árbol de Navidad. Un minuto después, pone la oreja pegada en la persiana cerrada. Los dueños de la casa deben de estar fuera. Rompe la persiana. Entra. Nadie en el salón. Tantea por el pasillo a oscuras. De golpe abre la puerta de la cocina. Acaban de descubrirlo en su villanía una mujer y una niña en su trona.
—Santiago…
—Marta…
—Quédate con nosotros: la Navidad nos regala otra oportunidad.
FIN



>>> Feliz Navidad<<<

sábado, 20 de diciembre de 2014

Madonna está de vuelta. Después de que se filtraran 13 demos, la Reina de la reinvención ha reaccionado adelantando seis canciones de las 19 que integrarán su decimotercer álbum de estudio. En Rebel Heart, que así se titula, han participado numerosos productores: Avicii, Diplo, etc., así como compositores como Alicia Keys, SOPHIE, Ryan Tedder o la propia Madonna. El álbum se lanzará a principios de marzo, pero antes escucharemos las trece canciones restantes. 

Para celebrar el regreso de la responsable de discazos como Like A Virgin, True Blue, Erotica, Ray Of Light o Confessions On A Dance Floor, os propongo mis primeras impresiones sobre los nuevos temas.

Antes de nada, antes de darle al play, es mejor no esperar ninguna "reinvención", pues no la hay. Hay grandes temas, algunos atemporales y otros muy apegados a las tendencias musicales. La Ciccone no va allá, no arriesga como antaño. Esto es lo único reprochable, pues con el arsenal de éxitos con que cuenta no tiene por qué demostrar nada a nadie. Por lo demás, ofrece un álbum fresco, trabajado y bien hilvanado: no es fácil darle unidad a un trabajo en el que han intervenido más de una veintena de artistas. 

Living For Love es el primer single y desprende el mismo aura de Vogue. Tal vez las semejanzas juegan en contra: no impacta como en su momento hizo Frozen o Hung up. No obstante, musicalmente es una delicia, y más aún con el coro gospel. Si hay algo que agradecer, es la contención: sobresalen la delicadeza y el buen gusto. 

No puedo decir lo mismo de Illuminati, una pieza que recuerda a Scheiße o a Swine de Lady Gaga, es un tema impersonal, sin gracia, al menos para el público europeo. Tal vez con unos arreglos rockeros el resultado habría sido más acertado. Tampoco Bitch I'm Madonna funciona, a pesar de colaborar Nicki Minaj. ¿Soy el único que piensa que se parece a Work B**ch de Britney Spears? Y por mucho que me cueste reconocerlo, porque nunca me ha gustado Britney, Madonna sale perdiendo en esta canción.

Más personal se muestra en Ghosttown. De hecho, la composición es cien por cien suya. En cuanto al sonido, pudo haberse incluido en Ray Of Light sin chirriar. La producción es exquisita: sin barroquismo y mesurada. Es de esas canciones que envejecen bien.

Entre las grandes están, junto a Living For Love, un tema donde aborda el problema de las drogas con un ritmo muy de Avicci, Devil Pray, cargado además de misticismo como Isaac, y mi favorita, la marcada por el reggae, la que menos ha cambiado de su versión demo: Unapologetic Bitch. Hacía mucho que no nos regalaba una canción tan pegadiza como Into The Groove. Para mí hubiera sido el single idóneo, porque sorprende y posee una frescura tremenda. ¿Cómo pueden decir algunos que es una canción anecdótica? 

En cuanto al resto de demos filtradas, me son indiferentes Joan of Arc, Borrowed Time o Heartbreak City. No son más que la versión mala de otras que sí están incluidas en el disco. Messiah tampoco es una obra de arte, pero no puedo negar que la orquesta de cuerda que acompaña la canción me fascina, tal vez, por recuperar los sonidos acústicos de sus inicios. Addicted y Revolution alimentarían el tracklist de sonidos cien por cien suecos, gracias a la mano de Avicii, quien comienza a pecar de repetitivo en ciertas partes. Aunque deseo escuchar sus versiones definitivas en el EP, no me producen lo que logran Rebel Heart y Wash All Over Me, también del joven Dj sueco. Esta última recupera lo mejor de Confessions, pero sin perder un ápice de buen gusto y con un sonido moderno. Es la segunda que más me gusta, ya que la primera es Rebel Heart por ese estribillo tan rotundo, por esa música tan Like a Prayer tras el estribillo y por la personalidad del tema, que combina bien el sello Avicii con la impronta de Madonna.

Gracias por leer y mucho más después de estar tantas semanas alejado del blog.
PD: Perdonad por el cambio de diseño. El anterior ha dejado de funcionar bien. Este es provisional.